Por Tina Gardella //
Un dedo amputado
Está poblada la sala de Audiencias. Hay estudiantes de la Facultad de Derecho de la UNT y de la Escuela Sarmiento. Rostros atentos, miradas profundas, algunas hojas y lapiceras. Pocas.
La primera testigo es Olga Ester Salas. Declara en lugar de su madre fallecida recientemente y con relación a los hechos que perjudicaron a Domingo Rodolfo Salas –su padre- y Héctor Reinaldo Gómez, su tío. Primero lo secuestran violentamente a Salas delante de su familia y luego a su cuñado, Gómez, cuando se dirigía en bicicleta a su trabajo. Los llevan a la Jefatura de Policía. Son los primeros días de febrero del 76.
Cuando expresa que en la tortura le cortaron un dedo a Héctor Gómez, los delantales blancos del público se mueven al compás del estremecimiento. A Gómez lo liberan después de 5 meses, destrozado por los golpes y las torturas. Está como tal –liberado- en la lista aportada por el testigo Clemente. Olga tenía 6 años en 1976. Su padre, Domingo Rodolfo Salas, continúa desaparecido.
Pasan cosas en las Audiencias…
FOTOGRAFÍA DE ELENA NICOLAY |
San Pablo
El segundo testigo es Luis Roberto Madueño y lo hace con relación a los hechos que afectaron a Hugo Alberto Medina y a su propia persona. Relata su secuestro en mayo del 75 cuando salía del colegio donde estudiaba en San Pablo y de cómo fue llevado a la Comisaría de esa localidad, de allí a la Base del Ingenio Lules, luego a la Escuelita de Famaillá y finalmente a la Jefatura de Policía. Allí es donde comparte cautiverio con Medina. “Soy Papi” le dice Medina en referencia a como lo conocían. “Uh, hermano” responde Madueño. Es junio del 75. En la Jefatura de Policía lo ve a Hugo Alberto Medina. Madueño relata de qué manera, esposado y vendado, es sometido a crueles torturas. Las describe y nunca se termina el asombro de quienes escuchan. Ante la consulta sobre qué le preguntaban en la tortura, responde: “mejor sobre quienes no me preguntaban. San Pablo era un pueblo pequeño, de pocos habitantes pero tiene más de 20 personas muertas y desaparecidas y más de 20 detenidas/secuestradas/liberadas”. Curiosidad de la escucha: ¿cuántos habitantes tenía San Pablo en esa época? Según el Censo de 1970, vivían allí 2.984 hombres y 3.060 mujeres. Había 1.308 viviendas. A Madueño lo llevan de la Jefatura a Villa Urquiza, después a la U7 de Chaco y finalmente a la Unidad de La Plata hasta que el 21 de julio de 1980, es liberado.
Pasan cosas en las Audiencias…
Las causas del olvido
Atestigua Santos Valentín Medina. Tiene 65 años y vive en El Manantial. Es hermano de Hugo Alberto Medina. Trabajaban juntos en la Perfumería Rubio, en pleno centro tucumano. En abril del 76 llega hasta allí un Falcon de donde se baja Albornoz, pregunta por Hugo Alberto que era el encargado del depósito y se lo llevan sin mediar explicación. Su hermano, Santos, es testigo junto a otros trabajadores. Es el segundo secuestro de Hugo Alberto porque ya lo habían secuestrado y liberado un año atrás. Y hay un tercer secuestro también, pero al ser consultado sobre esos hechos, el testigo dice no recordar… Cuando desde la Fiscalía le mencionan sus propios dichos en declaraciones anteriores, solo expresa “sí, pasaban cosas en esa época. Por ejemplo, te llevaban si no tenías documentos. Mi hermano nunca quiso hablar de lo que pasó y de lo que le hicieron. Pero yo le veía las marcas en la espalda”. En la Jefatura de Policía, Hugo Alberto Medina sufrió tormentos en manos del propio Albornoz. Lo liberan en enero del 77.
Pasan cosas en las Audiencias…
FOTOGRAFÍA DE ELENA NICOLAY |
La equivocación
Ignacio Warnes Palacio tiene 76 años y vive en Yerba Buena. En enero de 1976 un impresionante operativo militar se desplegaba desde la sede comunal de Yerba Buena por Av. Aconquija, hasta toda la extensión de la Av. Solano Vera que conecta con San Pablo. Palacio vivía solo, sobre Solano Vera primera cuadra, y pudo llegar a su domicilio caminando, sin su moto. No tardaron también en llegar hasta su casa militares y policías; la requisaron. A él lo interrogaron y lo subieron a un patrullero donde vio a una persona adulta que ya estaba allí. En un jeep se trasladaba el teniente Héctor Schwab –prófugo de la justicia- quien lo reconoce porque fueron compañeros de la secundaria en el Instituto Estrada, que ya no existe. En la Jefatura de Policía es hostigado psicológicamente y sometido a malos tratos. Pudo constatar en ese lugar la gran cantidad de personas –hombres y mujeres- sometidos a crueles tormentos. Después de 2 semanas, lo llevan ante el Jefe de la dependencia quien le pide disculpas por haberse equivocado de persona. Palacio figura como liberado en la lista aportada por Clemente. Ahí no hay equivocación.
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Manos entrelazadas
Atestigua Susana Ledesma, esposa de Roque Humberto Palacio. Tiene 78 años y relata los hechos que perjudicaron a su esposo, a ella misma y a Liliana, la más pequeña de los tres hijos. Su relato tiene dos partes que no tienen que ver con los hechos en sí ni con la cronología de los mismos. Es el acontecer de su propio testimonio. Comienza relatando de qué manera violenta llegan a su domicilio en El Palomar, Banda del Río Salí, un grupo de personas vestidas de civil y portando armas largas. Es enero del 76 y se lo llevan a Palacio, que era dirigente del Sindicato de Municipales de Banda del Río Salí y a quien conocían en el barrio como “Cafrune”. Primero en la Escuela República del Perú de la zona y luego en la Jefatura de Policía, es salvajemente torturado física y psicológicamente. Cuando Susana comienza a hablar de sus hijos y las edades que tenían –Jesús Humberto de 7, Claudia Viviana de 6 y Liliana del Carmen de 1 año-, toma la mano de la integrante del Equipo Interdisciplinario de Acompañamiento a Testigos y no la suelta hasta el final. Es la segunda parte de su relato. Palacios estaba desaparecido en la Jefatura; en la lista de Clemente figura como liberado. Luego lo llevan a Villa Urquiza donde puede verlo y no reconocerlo de tan delgado. De allí a Sierra Chica y finalmente a la Unidad de La Plata, de donde es liberado en 1978. Ella misma fue llevada junto a su pequeña hija Liliana en marzo del 76 al Sindicato del Ingenio Concepción, que estaba intervenido por los militares. Allí había hombres y mujeres secuestrados. Susana y su pequeña hija estuvieron allí en cautiverio 15 días, mientras Roque Humberto, su marido, seguía desaparecido. Por si fuera poco, la atormentaban con el destino que correría tanto uno como el otro.
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