Por Angélica Zelaya //
Mario Oscar Russo advierte en el comienzo de la audiencia del lunes por la tarde: “mi cabeza no anda muy bien, pasaron muchos, muchos años, y fue muy traumática la situación, pero creo que por eso lo recuerdo”. Cuando comienza su declaración menciona que en ese momento era estudiante en la Facultad de Derecho, vivía en Barrio Sur con sus padres. Tenía dos hermanos, uno de ellos, Rodolfo Alberto Russo, desaparecido en 1979.
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FOTOGRAFÍA DE LUCIANA FRÍAS |
Sobre los hechos de los que atestigua recuerda con poca exactitud la fecha. Sabe que fue en su motoneta junto a Hilda Figueroa - testigo que declaró en la audiencia anterior - hasta la estación de El Bajo. Mientras esperaban el tren que salía rumbo a Jujuy, dos o tres policías vestidos de civil les dijeron: “¿qué hacen ahí?”
Luego de revisar sus documentos, cuenta, los llevaron en una camioneta hasta una comisaría en el centro. Estaban vendados y esposados. Cuando entran, otra vez la pregunta: “¿qué hacen ahí?”. Ahora quien lo dice, supone Russo, era el comisario. Continuando con el relato, dice que fueron trasladados hasta un lugar ubicado en la avenida del Casino y del Teatro San Martín. En el camino escuchaba que sus secuestradores decían: “a estos los tiramos al lago”, “estos son boleta”.
En el momento Mario no lo sabe, pero está en la Jefatura de Policía. Una vez allí, es separado de Hilda. Él fue a una celda donde tenía la orden de permanecer parado, había más personas junto a él. Las vio, pero nunca supo sus nombres.
Su rutina durante tres o cuatro días fue la siguiente: cada cierta cantidad de horas lo llevaban a un cuarto a interrogarlo, siempre las mismas preguntas. Cuando abría su boca para responder lo golpeaban, siempre de maneras distintas. Después de esto volvía a la celda donde escuchaba las torturas, gritos, súplicas. Solo escuchaba silencio después de los disparos.
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FOTOGRAFÍA DE LUCIANA FRÍAS |
Afuera, su familia lo buscaba. Su hermano trabajaba en la Facultad de Ciencias Económicas, cuando pasó por la Jefatura a preguntar si Mario se encontraba ahí, un policía que era estudiante de esa misma facultad lo reconoció. Fue él quien luego preguntó por Russo en la sala donde aguardaban el turno para continuar con la tortura. Luego de este intercambio, no lo golpearon más. Su hermano le dejó gaseosa, sandwiches y cree que una frazada o ropa, lo compartió con las personas que estaban junto a él.
Al día siguiente fue liberado. Aterrado, se refugió en su casa por un tiempo, hasta que se mudó a Tanti, un pueblito en las sierras cordobesas. Reconoce que no quiso saber nada más con Tucumán, ni con nada. De Hilda no supo más, llegó a no recordar su nombre, recién hace unos años mediante la investigación que lleva adelante el Ministerio Público Fiscal pudo contactarse con ella. Mario Russo insiste que se olvidó muchas cosas, pero hay otras que no se pueden borrar.
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