Fotografía Elías Cura |
Por Florencia Castillo
“Era una persona muy solidaria, tenía ideales de justicia, sentido de justicia. Era una persona extraordinaria, se destacaba por sobre los compañeros estudiantes”. Así comenzó el testimonio de Omar Plutarco Schaler, testigo ofrecido por la querella particular, al preguntarle si conoció a Alberto Agapito Ledo, soldado conscripto desaparecido durante la última dictadura militar. El testigo relató haberse relacionado con él durante su adolescencia, en el barrio y luego en las luchas estudiantiles mientras cursaban los estudios secundarios.
Ante
la pregunta sobre si supo de la desaparición de Ledo, Omar contestó que lo
único que se enteró fue lo relatado por otros: que había desaparecido, que lo
hicieron pasar como desertor, que era muy habitual en esa época cuando los
‘colimbas’ (soldados conscriptos) eran secuestrados durante el servicio militar
obligatorio. Comentó también que esto paso casi en el mismo tiempo que ocurrió
su propio secuestro y el de toda su familia.
La
representante de la querella, Adriana Mercado Luna, le pidió al testigo que
cuente lo que pasó con su familia y, de esta manera, mostrar la relación que
hubo entre los acusados y los secuestros en La Rioja durante la dictadura de
1976. Cuando el testigo comenzó a hablar, la tensión en el sector de los
acusados fue evidente: las manos temblorosas, el constante movimiento de
Esteban Sanguinetti -imputado por la desaparición de Ledo-, la inquietud de su
defensor. Por su lado, César Milani apoyaba la cabeza en sus manos mientras
ojeaba un libro ofrecido como prueba y que fue escrito por el padre del
testigo. El material en cuestión contiene un listado de personas que actuaron
durante la última dictadura militar en La Rioja.
Schaler
contó que su padre fue secuestrado mientras trabajaba en el periódico “El
Independiente”. Que fue recluido en el mismo batallón que su madre. Que la
mujer había sido secuestrada el mismo día pero desde su casa. Que luego fue
liberada y juntos hicieron las gestiones necesarias para recuperar a su padre.
Omar Schaler fue secuestrado y trasladado al Batallón de Ingenieros de
Construcciones 141. Irrumpieron en su casa a las tres de la madrugada y a los
30 días de su cautiverio fue sacado a un patio donde por fin pudo ver la luz
del día. En ese lugar, afirmó el testigo, se encontró con un militar de
uniforme muy prolijo que le preguntó cómo estaba y si le habían hecho algo, le
dijo que ese día sería liberado y a los pocos minutos lo soltaron. Hasta ese
entonces no sabía quién era, pero en el año 2013 al ver su rostro por la
televisión pudo relacionar que quien lo había liberado en ese invierno de 1976
era César Milani.
Después
de su liberación Omar Shaler se reincorporó al diario “El Independiente”.
Fueron varios los periodistas secuestrados que trabajaban en ese medio de
comunicación, incluyendo a su padre. Él
era periodista gráfico y cumplía funciones en el horario nocturno. Cuando las
Fuerzas Armadas intervinieron el diario, los trabajadores fueron llamados a una
reunión por la mañana en la que a través de amenazas establecieron cuáles
serían las nuevas reglas y qué se diría en el periódico. Quien encabezó la reunión
fue el propio Esteban Sanguinetti. “El
que se manda una cagada va en cana”, les dijo el imputado que por entonces
ostentaba el cargo de Capitán.
“A mí no me anima el odio, solo el deseo
de justicia por los que ya no están”. Fueron las palabras finales
del testigo ante la mirada de los jueces. Sus ojos llorosos y su voz firme
contrastaban con la actitud de Sanguineti que se cruzó de brazos como quien
intenta ocultar las manos temblorosas.
Comentarios