¿Usted conoció a Alberto Ledo?
La pregunta de la querella particular
resuena en la sala del Tribunal Oral Federal. Un hombre de cabello ondulado
hasta los hombros y con canas es el centro de atención. Está sentado en el
banquillo para prestar declaración oral. Un movimiento suyo da a entender que
responderá de inmediato, pero se detiene, inhala ruidosamente y luego toma un
sorbo de agua.
“Sí, lo conocí, en la escuela
secundaria en La Rioja”, responde Álvaro Illanes, víctima-testigo del
Terrorismo de Estado, y agrega: “era un intelectual”.
Las charlas, las peñas, tomar un
café, comer un asado, la militancia, son los asuntos que nombra al comenzar su
relato para sentar y ampliar su respuesta.
“El flaco” como le decía a Ledo,
militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), mientras que
Illanes lo hacía en la Juventud Peronista (JP). “Militábamos porque luchábamos
por un mundo mejor, pero con la palabra, tratando de convencer en ese momento
el cambio que se podía hacer en la sociedad”.
¿Usted conoció a Alberto Ledo?
Esta vez es el turno de responder de
Juan Carlos Illanes, horas después de que su hermano haya prestado declaración
en ese mismo lugar.
“No tenía amistad con él, pero sabía
quién era el flaco Ledo por su militancia política”
Es la cuarta audiencia del juicio por
delitos de lesa humanidad que tiene como imputados a César Milani y Esteban
Sanguinetti por la desaparición del soldado conscripto Alberto Agapito Ledo. Al
primero se lo juzga por el delito de encubrimiento y falsedad ideológica; al
segundo como partícipe en el secuestro y homicidio.
Corra, limpie y barra
Corra, limpie y barra. La unión de
estos vocablos da como resultado la palabra “colimba”, término popular con que se conoció el servicio militar
obligatorio que comenzó en 1902 y que concluyó con la violenta muerte de un
soldado en 1994. Corra, limpie y barra era, supuestamente, una síntesis de la
formación que tenían los conscriptos.
Los hermanos Illanes dicen que
hicieron la colimba. Álvaro en La Rioja y Juan Carlos en Catamarca. La defensa
de Milani, sin embargo, exhibe un documento donde consta que Álvaro Illanes no
figura como ex conscripto.
El testigo, también conocido como
“Yopo” vuelve a sostener con vehemencia que estuvo 14 días en la colimba, que
luego lo dieron de baja por sus problemas de gastritis y que compartió pabellón
con Ledo. Illanes conoció al subteniente César Milani y Ernesto Molina en el
Batallón 141 de Ingenieros. Recuerda que Milani era el “amigable” y Molina el
“parco”. En los momentos recreativos, ambos se acercaban a los conscriptos y
Milani les hacía tararear una canción pegadiza. También hablaban sobre música y
otros temas comunes, pero que llevaban siempre a la misma cuestión: indagar
sobre sus opiniones acerca del Operativo Independencia.
“Yo no tengo odio”, expresó Yopo mirando
directamente a los ojos de Milani, quien estaba casi al frente suyo, sentado
junto a su defensa. “Yo he luchado con amor, fui siempre solidario. Hasta el día
de hoy transito las calles de Chilecito y todo el mundo me conoce. No hay
animosidad con ningún militar”.
La felicidad que tuvo cuando lo
dieron de baja fue efímera pues, el 24 de marzo de 1976, lo secuestraron y
torturaron durante un año completo. En ese tiempo vio en varias ocasiones al
subteniente Milani recorriendo las celdas de los detenidos.
En la reclusión, los llevaban a la
misa que se hacía en un salón de la cárcel, y los invitaban a leer partes de la
biblia. Quien presidía el acto religioso era el capellán militar Pelanda López,
uno de los tantos curas que tuvo participación activa en la represión.
Un día, en una misa, Álvaro vio a
Ledo y pudo cruzar un breve diálogo con él. “Me llevan a Tucumán” le dijo
Alberto, y también le contó que estaba en esa ocasión como asistente de López.
“Como las torturas eran muy fuertes le dije: andate, rajá. Y no lo vi nunca
más”.
En el 77 trasladaron a Yopo a La
Plata, donde estuvo casi 4 años preso.
Tucumán y la desaparición de Ledo
“Era yo el que quería salir y bueno
él me ganó de mano”, expresa Juan Carlos cuando habla sobre la baja de su
hermano y suelta una risa atajada. Ocurre que le había llegado el rumor de que
cuando dos hermanos prestaban el servicio militar obligatorio, uno de ellos
podía “salvarse” y ser dado de baja.
Cuenta que tiempo después de que su
hermano fuera detenido, estaban solicitando soldados para la provincia de
Tucumán y que él se ofreció como voluntario. Llegó junto a otros miembros
militares a la ciudad de Concepción un 1 de mayo y se instalaron en un ingenio
del cual no puede recordar el nombre. Hizo tareas de todo tipo como
rastrillajes, allanamientos, y también cuidó a presos que estaban en ese mismo
ingenio. A algunos les sacaba las vendas y charlaba con ellos “yo no sé porque
estaban presos, pero tenía miedo” contó a toda la audiencia.
Uno de los sujetos detenidos le contó
que previamente estaba haciendo la colimba y que ahora se encontraba preso
porque su hermano era intensamente buscado por los militares. A causa de eso,
lo habían torturado enérgicamente para que diera a conocer su paradero. “Yo
estoy en la misma que vos”, le dijo Illanes, y le contó que temía que le pasara
lo mismo pues su hermano Álvaro estaba preso. “Tené cuidado porque si te llegan
a descubrir es preferible que te bajen porque no vas a soportar lo que me han
hecho a mí”, le explicó el hombre, y Juan Carlos pudo ver todas las marcas de
la tortura en su cuerpo.
Un día, unos oficiales llevaron a
Juan Carlos a una escuela de Monteros para que este los custodiara. Cuando
ingresó al lugar, vio a Ledo, quien de inmediato se dirigió hacia él y tuvieron
una breve conversación. “Vos sos hermano de Yopo, ¿no?”, le dijo Ledo.
Dialogaron unos minutos y Ledo le contó que estaba muy bien porque era asistente
del subteniente Milani. Luego de ese día, Juan Carlos no lo vio nunca más.
En junio del 76 Alberto Ledo
desapareció y se elaboró un sumario de deserción que posee la firma del
subteniente Milani. Quien estaba a cargo del Batallón 141 de Ingenieros era el
capitán Sanguinetti.
“Todos los oficiales y suboficiales
sabían perfectamente cuántos y quiénes son los que venían a Tucumán. Era
permanente la asistencia. Donde estábamos siempre había un guardia”, explicaba
Juan Carlos.
Notoriamente conmovido, Álvaro habló
a todos los presentes y, también, dirigiendo la mirada hacia los imputados
exclamó: “yo quiero saber dónde están los huesos del flaco, para que la madre
antes de que se vaya de este mundo le pueda llevar aunque sea una flor. Eso es
lo q me desgarra a mÍ y por eso estoy dando este testimonio. Eso es lo que
estoy pidiendo: justicia. Cuando se sepa la verdad va a haber justicia”,
finalizó.
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