- por Fabiana Cruz para el Diario del Juicio
PH Franco Vera
271 víctimas.
18 imputados.
El testimonio
de Estela del Valle Gómez se suma a
los numerosos relatos que en estos meses han tenido lugar en la Megacausa
Operativo Independencia en la provincia de Tucumán.
Es viernes 4
de noviembre de 2016, Estela del Valle entra a la sala del Tribunal Oral
Federal (TOF), se sienta y con mucha sencillez pero total desenvoltura comienza
a describir la historia de los hechos que para mediados de enero de 1976,
cambiaron por completo la vida de su familia.
En aquella
época, los Gómez vivían en la Banda del Río Salí. La familia estaba conformada
por Miguel Ángel Gómez, su esposa Victoria López, y los 4 hijos de la pareja
que tenían 14, 13, 9 y 7 años de edad. La mayor de 14 años era Estela del
Valle, y el de 13 años sufría una discapacidad mental.
A Miguel
Ángel le decían ”Canaro” y era el sustento económico de su familia gracias a su
trabajo en el Ingenio Concepción como alimentador de calderas. Canaro era
también gremialista, lo que determinó que entre el 13 y 16 de enero de 1976,
fuera salvajemente golpeado en su propio domicilio, en frente de su esposa e
hijos, y finalmente trasladado hacia lugares que son inciertos hasta la fecha,
para no volver nunca más.
Enseguida,
entró un grupo de personas pateando la puerta de madera de quebracho, y como
recientemente había sido pintada por Miguel Ángel, la pisada de la bota de
alguno de los sujetos quedó marcada en su superficie como prueba y recordatorio
de los actos desafortunados que después tuvieron lugar allí. Canaro no
encontraba la llave de la luz, por lo que adentro de la casa se encontraban
todos en oscuridad, y los secuestradores se vieron obligados a entrar con
linternas alumbrando los rostros de las personas que encontraron en la pequeña
sala.
“¡Todos quietos y nadie se mueva!” gritaban
los invasores mientras apuntaban con sus armas a la familia entera. “Señora,
tápele los ojos a sus hijos, que no vean”.
Lo que siguió
fue un llanterío de los hijos de Miguel, mientras observaban cómo le daban una
brutal golpiza a éste.
¿Vos te
llamas Canaro?
¿Vos te
llamas Canaro?
¿Vos te
llamas Canaro?
Esas eran las
preguntas que le seguían a los golpes que recibió el hombre. Su hija Estela,
desesperada y asustada, les tapaba la boca a sus hermanos menores que pedían a
gritos que no le pegaran más a su papá. El más chico de todos (7 años), tenía
tanto miedo que se orinó en los pantalones mientras un hombre le apuntaba con
un arma en la cabeza. El pequeño quedó con secuelas psicológicas luego de la
espantosa noche que pasó junto a sus parientes.
-Yo me llamo
Miguel Ángel Gómez.- respondió finalmente.
-Ah, a vos te
andamos buscando.
La madre de
los niños Victoria López, logró prender una lámpara, acto seguido les pidió a
los hombres que no se lo llevaran a su esposo, les reclamaba que ya habían
hecho allanamientos en la vivienda y que no habían encontrado nada, les decía
también que Gómez no andaba en nada malo.
Inmediatamente
después de que Miguel Ángel se identificara a sí mismo frente a los agresores, se
lo llevaron a la cocina para comenzar a golpearlo de nuevo, y al mismo tiempo,
le preguntaban por armas, panfletos y aerosoles. Ante esa situación, Estela les
pidió a los hombres que dejaran a su papá, y estos le gritaron obligándola a
que se quedara callada. Además, se encargaron de golpearlos a todos, incluido
al hijo enfermo de la pareja. “A mis hijos no los toquen, llévenme a mí. Ellos
son chicos, no saben nada”, decía la víctima.
Finalmente
inspeccionaron toda la casa buscando material; tiraron objetos, rompieron
otros, y dejaron un gran desastre a su paso. Se llevaron a Canaro totalmente
ensangrentado, con las manos atadas y los ojos vendados, como así también
secuestraron la documentación de todos los integrantes de la casa. Al salir,
les obligaron a trabar la puerta por dentro. A través del agujero de la
cerradura, la familia se quedó viendo cómo se retiraban del lugar todos los
autos que se encontraban bordeando la cuadra mientras se llevaban a Miguel
Ángel.
Estela
asegura que quienes atentaron contra el grupo familiar eran policías, ya que
recuerda las botas y vestimenta azul de algunos de ellos. También añadió que
todos se encontraban con pasamontañas y estaban encapuchados, por lo que no
pudo visualizar el rostro de ninguno.
La búsqueda
Victoria López
y Manuel Gómez (hermano de la víctima) emprendieron una persistente búsqueda que
tuvo su paso por la Comisaría de La Banda del Río Salí, Jefatura de Policía,
Regimiento 19 de Infantería, Comando de la Vª Brigada, Brigada de
Investigaciones, etcétera, sin poder encontrar información que aportara al
paradero de Miguel Ángel. También, un segundo hermano de la víctima, Bernardo
Gómez, presentó un recurso de hábeas corpus sin obtener resultado positivo.
Como era
analfabeta, Victoria siempre salía acompañada de su hija Estela a la hora de
hacer averiguaciones. En la ocasión en la que se allegaron al Regimiento 19, un
militar le dijo a la mujer: “Señora, cuide a su hija. Y no busque más a su
marido, porque no existe más”.
En otro
momento, Victoria fue a ver al “Tuerto Albornoz” (famoso imputado por delitos
de lesa humanidad), a quien conocía por ser su vecino, y le preguntó dónde
estaba Miguel Ángel Gómez. “Acá no hay nadie con ese nombre, ya sé quién es”,
le habría respondido.
El hermano de
Canaro, Manuel Gómez (ya fallecido), recibió una llamada anónima 4 o 5 años
después de los hechos, en la que se le avisaba que “un tal Gómez”, quizás
Miguel Ángel, se encontraba agonizando en el Hospital Padilla, producto de una
herida de bala que había recibido por la espalda. Sin embargo, cuando Manuel
acudió al Hospital, no encontró nada. Preguntó a la policía de guardia por su
hermano y la respuesta fue que no había ningún Gómez allí, ningún herido de
bala.
Hasta el día
de hoy, no se sabe qué pasó con Miguel Ángel Gómez, “Canaro”.
La vida
después de la desaparición
“Nosotros
quedamos desamparados” es la primera respuesta de Estela, suficientemente
completa y resumida a la vez.
Casi sin proponérselo,
dejó más que clara la evidencia de la complicidad de los sectores empresariales
en cuanto a los crímenes que hoy se juzgan, y contó que el Ingenio no realizó
ningún pago ni indemnización a la familia, argumentando que Miguel había
renunciado (lo cual es falso). Desligándose de la situación de uno de sus obreros,
el Ingenio Concepción también les quitó la vivienda, único lugar que tenía la
familia para vivir, por lo que debieron mudarse sin recursos materiales ni
financieros a otro barrio cerca del Río Salí.
Para poder
sobrevivir, Estela abandonó la escuela en su primer año de secundaria y se
dedicó a trabajar al igual que su mamá. Además, el menor con discapacidad,
necesitaba medicamentos para las convulsiones, entonces ella debía colaborar
para poder cuidarlo a él y al resto de sus hermanos. “Era tanta la pobreza que
hemos quedado sin nada, sin futuro”, relataba con tristeza a la audiencia que
la escuchaba atenta.
A los 15 años
(un año después), Estela se fue a vivir a “El Palomar” con una tía, en donde
contrajo un noviazgo y quedó embarazada. Muy cerca de esta casa había una base
militar, la cual hacía constantes allanamientos a todo el barrio. Un día los
militares de esa base se acercaron a la casa donde estaba viviendo Estela, y su
tía les permitió que pasaran, asegurando que allí no había nada que ocultar.
“Vos morocha,
vení” le dijo un militar a la adolescente que en ese momento tenía varios meses
de embarazo. “Qué linda morocha, lástima cómo está”, dijo el hombre que tenía
tonada porteña. “A ella le sacaron a su papá” le dijo su tía. Este fue el puntapié
para que el hombre comenzara a preguntarle a Estela sobre cómo iba a hacer para
cuidar a su bebé. Le preguntaba cómo se las iba a arreglar si su padre estaba
desaparecido y su madre no vivía con ella.
"Te hago un
trato, si te vas conmigo a donde yo vivo, vas a ir a la escuela. Me presento,
me llamo Mario Rodríguez: te ayudo a cuidar a tu bebé" le dijo sin demostrar
pudor o vergüenza.
Estela le dijo
que no iba a entregarlo en adopción, que ella quería criarlo. La propuesta del
hombre implicaba salir de la provincia y vivir en una casa familiar con la
esposa de este.
-No te
preocupes, nadie te va a quitar nada- intentó asegurarle.
-No, yo no
puedo irme a ningún lado sin el consentimiento de mi mamá, no tengo documento,
me lo quitaron, ¿cómo quiere que yo viaje con usted?.
-No hay
ningún problema, yo te voy a llevar y sé cómo voy a hacer las cosas.
Tranquilita usted.
El hombre le
dijo que él y su mujer iban a cuidar del bebé porque ellos no tenían uno, y que
se iban a encargar de que Estela tuviera la oportunidad de poder estudiar. Solamente
tenía que viajar con una pariente de él en un auto con destino a Mendoza.
De esta
manera, Mario Rodríguez ordenó a una partera que examine a la joven para
certificar que estaba en condiciones de viajar con sus 6 meses de embarazo.
Así fue como
la adolescente de padre desaparecido, estudios incompletos, y con un hijo en
camino, fue controlada por esta persona Mario Rodríguez, que se la llevó
consigo a Mendoza hasta que se cumplieron los tres últimos meses de embarazo. Casi
sin ahondar en detalles, contó que inmediatamente después del nacimiento de su
bebé, se la llevaron a Rosario de la Frontera.
Pero Estela
nunca pudo criar a su hijo, y no sabe nada de él.
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