- por Fabiana Cruz para el Diario del Juicio
PH Archivo H.I.J.O.S.
Narraciones
sobre narraciones. De esa manera se construyen las historias que escuchamos.
Pero hay una sola cosa que no tiene más de un relato, es la verdad. Jesús
González no está. Margarita Costilla y Roberto Villagra no están. Y no están
porque han sido desaparecidos por orden de un gobierno. El viernes 18 de
noviembre, declararon ante el Tribunal Oral Federal los familiares de las
víctimas recién nombradas en el marco del denominado
Operativo Independencia.
Con respecto
a la desaparición de Jesús Ángel González, declararon: Angélica Argemina
González y José Domingo González, sus hermanos.
Angélica es
una mujer de muchos años que dice no recordar muchas cosas, como ser fechas o
historias. Pero asegura que, a pesar de su derrame cerebral, no olvida los
horribles hechos que concluyeron con el secuestro de su hermano Jesús Ángel.
La familia
González vivía en León Rougés (Monteros) y tenían una casa prefabricada con
tres habitaciones. Luego de las jornadas laborales en el Ingenio Santa Rosa,
Jesús volvía a su hogar en donde lo esperaba su pareja y demás parientes. En
enero del año 1976, el sueño de la familia fue interrumpido en el horario de
las 2 am: un grupo de militares había saltado una tapia e ingresado a la
vivienda por la fuerza. Derribaron la puerta del dormitorio de Jesús y a sus
hermanos los tiraron boca abajo en la cama, mientras les apuntaban con armas.
Vicente
Lorenzo González, hermano de Jesús, se enfrentó a los militares para impedir
que le hicieran daño a su hermano. Pero para aplacar su resistencia, fue
golpeado de manera brutal y atado a un árbol hasta que pudieron llevarse a la
víctima. Angélica recuerda que cuando los hombres salieron del domicilio, los
estaba esperando una camioneta celeste de “Bienestar Social” a la cual ella
pudo perseguir corriendo por unas cuadras, hasta que los vio perderse por el
sur. Cuenta la mujer que luego de eso se encontró en la calle con un pariente
de Juan Domingo Fernández (su vecino que hasta el día de hoy se encuentra
desaparecido), y este le dijo que Juan Domingo acababa de ser secuestrado de la
misma forma por un grupo de hombres que se movilizaban en una camioneta de Bienestar Social.
El testigo
José Domingo González, tenía 7 años de edad para la fecha de los hechos. Comenta
que perder a un hermano cuesta y que
quizás no tiene una memoria detallada de los episodios, pero que sabe la
historia de su hermano gracias a lo que Angélica pudo contarle. La vida fue muy
dolorosa después de que se lo llevaron porque a su hermana le dio un derrame
cerebral y Vicente murió enfermo un año después producto de los golpes, según habría
dicho el doctor que lo atendió.
Angélica
cuenta que recurrió a todos los lugares posibles en búsqueda de su hermano.
Sobre todo no olvida que la Comisaría de León Rougés estaba al mando del
comisario Miguel Ángel Moreno, quien se enojaba demasiado cuando se acercaban a
preguntar por Jesús. “Ya vienen a
molestar” decía el comisario. Incansable, la mujer logró radicar la
denuncia en la Comisaría, presentó tres veces el recurso de hábeas corpus y
realizó denuncias ante la Cruz Roja Internacional. Siempre iba a la Escuelita
de Famaillá porque era sabido que allí se encontraban varios detenidos, pero
cada vez que intentaba ingresar le decían “fuera,
a la casa”. Un año después fue nuevamente a la comisaría de León Rougés a
pedir una copia, pero le dijeron que la hoja donde había quedado registrada la
denuncia había sido arrancada.
“Que se haga justicia. Atrás mío hay
muchas fotos… y duele”
de esta manera José Domingo termina su declaración.
Con respecto
a la desaparición de Margarita del Carmen Costilla y Roberto Mariano Villagra
declararon Carlos César Costilla (hermano de Margarita) y Mirian Marcela
Villagra (hija del matrimonio).
Era el mes de
enero del año 1976, Margarita del Carmen Costilla y Roberto Mariano Villagra
tenían una pequeña hija de dos años llamada Mirian Marcela Villagra. Eran una
pareja joven que vivía en Tafí Viejo, Roberto tenía 27 años y era albañil, Margarita tenía tan sólo 21.
Carlos cuenta
que fue difícil saber qué había pasado con su hermana y su cuñado, porque en el
momento de los hechos había estado presente su madre Lidia Herrera, pero la mujer
nunca quería hablar sobre el tema. “Mi madre era cerrada para ella” y agrega
que eran muchos los esfuerzos para sacarle las palabras debido al sufrimiento
que llevaba consigo.
Tiempo antes
del secuestro, Lidia Herrera había quedado viuda, por lo que Margarita no quiso
dejarla sola y se la llevó a vivir con ella junto a su esposo y la pequeña hija
de ambos.
Un día de
enero a las 2:30 de la madrugada, se acercaron a la vivienda de Tafí Viejo un
grupo de personas para preguntar por Margarita Costilla. Cuando le respondieron
que allí se encontraba, derribaron la puerta y pusieron a todos boca abajo,
impidiendo que cualquiera pudiera ver lo que pasaba y sobre todo oponer
resistencia. Margarita pidió vestirse con otra ropa ya que tenía puesto el
camisón pero, sin importar nada, los invasores se la llevaron exactamente como
la habían encontrado en su casa.
Lidia
inmediatamente comenzó la búsqueda de su hija, sin embargo todo empeoró
exactamente cuatro días después: Roberto
Villagra fue secuestrado en su domicilio con la misma violencia que su esposa,
quedando la menor de edad a cargo de su abuela.
Mirian
Villagra por su parte, cuenta que la crió su abuela, y a medida que fue
creciendo pudo enterarse de quiénes eran sus padres. Lidia primero le había
dicho que no le diga “abuela” sino “mamá”, y Mirian sostiene que lo hacía
porque la mujer estaba muy atemorizada, prefería que no sepa la realidad de sus
padres. Luego le dijo que en realidad ella era su abuela y que sus padres
habían muerto en un accidente. Era su manera de protegerla, según interpreta.
Pero luego de muchas conversaciones con sus tíos, pudo saber qué sus padres en
realidad fueron secuestrados, y eso le hizo mucho daño. “Mi historia, lo que estoy contando, me sorprende”.
“Que todo esto sirva para algo”
Margarita y
Roberto, al día de la fecha, continúan desaparecidos.
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