- por Fabiana Cruz para el Diario del Juicio
Don Díaz, comunista, 2 hijos desaparecidos, 93 años, no faltó a ninguno de los 12 juicios por delitos de lesa humanidad que hubieron en Tucumán
PH Elena Nicolay
Están los
desaparecidos, aunque suene contradictorio, están. Están porque sus familias
hablan por ellos, traen consigo las voces que quisieron ser silenciadas, apagadas. Todas
estas personas necesitan que se juzguen debidamente a los responsables, piden
no cruzárselos más en la calle, necesitan también un resarcimiento, una memoria
social. El juicio por los delitos cometidos en el denominado Operativo
Independencia, es eso, un intento de que la duda no gane a la verdad. Policías,
militares, empresas, la iglesia, todos quedan expuestos, aunque algunos hagan
la vista gorda.
Alejandro
Petra, el primer testigo en declarar en el TOF (Tribunal Oral Federal) en la
mañana del día viernes 27 de octubre de 2016, relató los hechos que sucedieron
en noviembre del año 1975 y que implican a la víctima aún desaparecida: José
Edgardo Córdoba.
José Córdoba
y Alejandro Petra eran estudiantes de abogacía, ambos vivían en el mismo
domicilio en la calle Chacabuco al 400 junto a Marco Aurelio Ramón Córdoba
(hermano de José) y dos amigos más; Raúl Oliveira y Carlos Escalada. El 4 de
noviembre eran las 6.30 de la mañana cuando Petra se levantó a buscar el diario
y sintió un disparo que lo dejó atónito, inmediatamente miró hacia afuera y las
luces de las calles se apagaron. De manera repentina entraron personas armadas
y vestidas de civil al domicilio de los jóvenes, los atacaron y les hicieron
interrogatorios; a Escalada lo pusieron contra la pared y comenzaron a
preguntarle por Córdoba. Petra comenta que cuando finalmente encontraron a José
Córdoba, la vivienda se llenó de gritos. A continuación, el joven fue subido a
un vehículo y trasladado a la Jefatura de la Policía de Tucumán. Su hermano,
Marco Aurelio, realizó gestiones para su liberación, por lo que en horas de la
noche lo dejaron regresar a su hogar. Cuando volvió, presentaba golpes en todo
el cuerpo, y contó a sus amigos que los secuestradores le habían dicho de
manera amenazante que se vaya de la provincia.
Aquél viernes, los tres hermanos exigieron justicia
Manuel
Fortunato Correa es otra víctima que aún continúa desaparecida. Sus tres hermanos
se presentaron para relatar la historia que habla sobre los delitos que
perjudicaron a Manuel.
La familia
Correa estaba compuesta por 9 hermanos y sus padres. A Manuel le decían “el
negro”, era empleado municipal y en noviembre de 1975 tenía alrededor de 25
años. El día 29 de noviembre de aquél año, en horarios de la madrugada, se
encontraba la familia completa durmiendo cuando un grupo de personas ingresó
violentamente reventando la puerta del hogar, y obligó a quienes se despertaron
a que se tiraran boca abajo en el suelo. Estas personas que irrumpieron,
portaban “armas grandes” según el testigo Carlos A. Correa. Algunos estaban
vestidos de civil, otros eran militares y también había policías. A partir del
relato de los tres hermanos, se puede constatar que eran muchísimas las
personas que ingresaron. Además, ninguno poseía orden de detención ni se
identificaron a la hora de proceder con su operativo. Cuando reconocieron a
Manuel, lo obligaron a levantarse del suelo y mandaron de inmediato a su madre
a buscar la documentación de su hijo para hacerle “averiguación de antecedentes”.
De esta manera, se lo llevaron en un
vehículo y su familia jamás volvió a verlo.
Según el
testimonio de Agustín de Jesús Correa la vida para la familia fue un horror luego
del secuestro, su madre emprendió una búsqueda incansable para dar con el
paradero de su hijo, pero nunca le dieron respuestas. Realizó denuncias, buscó en
la Jefatura, Brigada, etcétera, pero todos les respondían que su hijo no se
encontraba allí. La familia quedó destruida; el padre de los Correa no soportó
y murió de pena a los dos años de la desaparición de Manuel. “Los viernes y los
sábados eran fatales” –añade-, “se sabía que esos días se secuestraba gente”.
“Lo único que
pido es que se haga justicia por todo lo que pasamos. Mi padre falleció sin
volver a verle la cara a mi hermano. Mi mamá también” – Carlos Alberto Correa.
“Hace 40 años
que no sabemos nada” - Agustín de Jesús Correa.
Víctima de
delito sexual
Por
aplicación del protocolo que protege a las víctimas de delitos sexuales, la
siguiente declaración no contará con el nombre de la víctima.
La mujer, de
identidad reservada, en el año 1975 vivía en Santa Lucía (Monteros) y trabajaba
como empleada doméstica. Su padre tenía domicilio justo al frente de la base
militar y ella a un par de cuadras. En su testimonio, dio a conocer que por esa
época era común que los militares hagan “razzias” por la zona. Cuando se le
preguntó acerca del término, dijo que se trataban de las inspecciones que los
militares hacían en todos los domicilios. Y acaró que “ellos entraban como si
fueran dueños de casa”.
La víctima
contó que en ese momento se encontraba separada de su marido, pero que los
militares la retenían todo el tiempo y le preguntaban por él, aun cuando les
contestaba que no lo veía hace tiempo. Había uno en especial, apodado “Chirino”
que la molestaba más que los otros y que la frenaba siempre en la calle para
interrogarla.
Un día se
encontraba durmiendo en su casa, cuando un grupo de personas ingresó por la
fuerza a la vivienda y detuvo a la mujer, le vendaron los ojos y la llevaron
secuestrada a la base militar de Santa Lucía. Ella recuerda que se encontraba
en un lugar donde había otras personas detenidas, y además podía escuchar cómo
los torturaban. Recibió golpes a través de los interrogatorios, y además la
abusaron sexualmente. La mujer cree que el responsable de la violación fue la
misma persona a quien llamaban “Chirino”, sin embargo no pudo reconocer su
imagen ya que se encontraba con los ojos vendados. Fue liberada luego de 2 o 3
días en la ruta y retornó a su domicilio con mucho miedo.
Además,
añadió que tuvo otros familiares que fueron secuestrados, como su hermano que
al poco tiempo fue liberado, y su primo, cuyo cadáver fue
encontrado acribillado en la Plaza Independencia.
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