- por Marcos Nahuel Escobar para el Diario del Juicio
El Nene, el Turco,
Víctor Roberto Zaín. Nombres de una misma persona cuya sola mención basta para
despertar la memoria de las personas en Tafí Viejo. Militante y sindicalista.
Un hombre que dedicó su tiempo a conseguir alimentos para las escuelas de su
ciudad cuando el país atravesaba su momento más tenso. Peronista. Ingresó al
Tribunal Oral Federal el 3 de noviembre para relatar los hechos de los que el
mismo fue víctima. Apoyado en su bastón y rengueando ligeramente. Nada extraño
aparentemente para alguien de su edad. Su pie se apoya tambaleante mientras
camina hasta la silla donde se sienta frente a los jueces.
La fiscal Julia
Vitar le pide que relate su historia. Reflexiona y pide permiso al Juez Casas
para relatar el contexto, su pasado y su situación antes de la noche en que fue
secuestrado de su casa. El juez le contesta que sí se relaciona con los hechos que
se están juzgando que lo haga. “Sí señor
juez, es pertinente. Necesito explicar todo lo que estaba sucediendo en el país
para que se entienda lo que me pasó a mí”.
El Turco habla pausado, no tiene apuro. Su historia recién comienza. Él fue empleado del correo, elegido como delegado gremial a partir de 1970, para representar a sus compañeros ante la CGT. “Se peleaba por el regreso de Perón, pensábamos que así se podía pacificar el país. Luchábamos a través de la CGT, negociando con la Iglesia y la cúpula del Ejército. Rucci logró un acuerdo para que Perón volviera, así como la democracia”.
El Turco habla pausado, no tiene apuro. Su historia recién comienza. Él fue empleado del correo, elegido como delegado gremial a partir de 1970, para representar a sus compañeros ante la CGT. “Se peleaba por el regreso de Perón, pensábamos que así se podía pacificar el país. Luchábamos a través de la CGT, negociando con la Iglesia y la cúpula del Ejército. Rucci logró un acuerdo para que Perón volviera, así como la democracia”.
Ya con Perón en
Argentina y el país sumido en la pobreza, el Nene y un grupo de amigos de Tafí
Viejo se organizaron para conseguir insumos que las escuelas necesitaban. Eran
empleados del correo y ferroviarios, gente del barrio que juntaron los recurso
y los contactos que tenían para que lxs más chicxs no abandonaran la escuela.
El testigo viajaba constantemente a Buenos Aires por cuestiones gremiales.
Principalmente para hacer los reclamos para que sus compañerxs despedidxs
fueran reincorporadxs. Fue así que conoció gente que trabajaba en el Ministerio
de Bienestar Social y pudo conseguir alimentos. “Nosotros fuimos solidarios porque seguíamos la doctrina. Decidimos
visitar la escuela donde me eduqué, la más pobre de la villa obrera. Hablamos
con la directora y nos contó que los chicos no estaban yendo. No tenían ni para
comer, ni para vestirse”. Comenzaron llevando mercadería para una sola
escuela, y para el año 75 visitaban varias escuelas de Tafí Viejo. En octubre
de ese año pudieron entregar el último camión con alimentos.
El 26 de enero, ya
en el año 1976, Víctor Roberto Zaín volvía de una reunión de delegados en San
Miguel de Tucumán. Fue hasta la casa de su novia, y luego viajó hasta su casa
en Tafí Viejo en un tren local de los que todavía circulaban en esa época.
Alrededor de las 2
de la mañana un grupo de hombres encapuchados y vestidos de civil entraron a su
casa. Lo golpearon brutalmente frente a su madre y se lo llevaron a la fuerza. El
testigo fue arrojado a la parte trasera de un Ford Falcon vendado y atado de
manos. Pudo reconocer el modelo del automóvil por el particular ruido del
motor. En medio del recorrido pudo notar que había otra persona en el piso del
auto junto él. Se trataba de Mario Rocha, hijo de Agustín Armando Rocha, a
quien aparentemente habían confundido con su padre y también había sido
secuestrado esa noche.
Fueron llevados
hasta un edificio con un salón grande en donde se escuchaban quejidos y gritos. Fue arrojado a una cama de metal sin colchón
donde le pasaron corriente por todo el cuerpo mientras era fuertemente golpeado
por sus captores. Estos lo interrogaban mientras lo torturaban. Le preguntaban
por sus actividades en el sindicato, por las actividades de los ferroviarios,
le preguntaban nombres de guerra y sobre actividades de grupos de izquierda.
Tendido en esa
cama, insultado, sentía como su pie se doblaba en posiciones extrañas.
Escuchando la música de una radio a todo volumen, Víctor Rodolfo Zaín comprendió
que se encontraba en una sala de torturas.
Al día siguiente de
su captura pudo comprobar que tenía los dedos del pie quebrados. Durante su
cautiverio, el testigo pudo ver y escuchar a varias personas a las que reconoció
por ser vecinos. El comisario inspector Silvio incluso le preguntó si él era el
Turco de Tafí Viejo. También pude escucharlo al Cabezón Barrionuevo. Parece que
estaba muy lastimado, se quejaba mucho. Hasta que un día no lo escuchó más.
También escuchó
gritar a Gabriel Castillo y a Agustín Armando Rocha. Quién finalmente fue
encontrado y secuestrado una semana después de que su hijo fuera confundido por
él.
El testigo afirma
que reconoció claramente a Ramón César Jodar, imputado en este juicio. Al
terminar su testimonio la defensa intenta hacerlo dudar de sus afirmaciones,
pero el testigo aclara que su casa era muy concurrida y que él tenía muchos
amigos en la policía. El conocía a Jodar, y Jodar lo conocía a él.
El Nene fue
finalmente liberado en la entrada a Tafí Viejo. Entre Ruta 9 y calle Constitución.
Logró llegar caminando a su barrio, solo, ya que nadie se atrevía a ayudarlo.
Se encontraba desorientado por lo que hizo un recorrido errante hasta que llegó
a su casa. Por suerte su vecina lo reconoció a pesar de que estaba muy sucio y
barbudo después de haber sido encerrado tanto tiempo. Elba Gutierrez, vecina y
amiga de la víctima desde chicxs, ofrece otra perspectiva desde su testimonio.
En su relato cuenta los ruidos que escuchó la noche del secuestro de su vecino,
aunque no se atrevió a salir para ver qué pasaba.
"Una tarde me
encontraba en la puerta de mi casa, junto con mi beba recién nacida y mi papá.
Ahí vi pasar a un hombre que estaba como perdido, pero pude reconocer que era
mi amigo el Nene. Estaba intentando entrar a su casa, pero su madre no estaba
allí porque se había ido a lo de su otra hija para no estar sola y porque tenía
miedo. Fui a hablar con él, estaba como ausente y no entendía por qué no podía
entrar, así que lo lleve a mi casa y ahí esperamos que llegara su madre. Tenía
manchas en todo el cuerpo, como si fueran quemaduras de cigarrillo pero más
grandes. Estaba muy mal el pobre, le costó años recuperarse."
Víctor Roberto
llegó en abril a su casa. El golpe de estado de 1976 fue llevado a cabo
mientras el se encontraba encerrado. Me dolía el corazón por la democracia. tuve
un infarto porque no lo podía superar y no lo puedo superar. Tuve que jubilarme
por invalidez. Yo ya los perdoné, no se si Dios lo hará.
Elena del Valle
Espinoza era su novia en ese momento y actualmente su esposa. Al salir de la
reunión de delegados, Zaín pasó a visitarla antes de regresar a su casa. Ella cuenta que
alrededor de las 3 de la mañana su cuñado fue a avisarle que su novio había sido
secuestrado por gente de civil en un Ford Falcon verde, según le había contado
la madre de el Nene. La testigo relata
cómo intentaron asentar la denuncia en la comisaría de Tafí Viejo, y cómo los
oficiales se negaron a pesar de ser conocidos de la víctima. Llegaron a
presentarse la CGT para dar notificación de su desaparición, pero allí tampoco
encontraron respuesta.
"Mi marido me contó
que reconoció a Jodar por la voz ahí donde lo tenían encerrado. Yo no lo vi,
pero se sabía ahí en Tafí Viejo que él y unos cuantos más andaban en esas
cosas."
Víctor Roberto Zaín
finaliza su testimonio. Se para con dificultad. Su pie sufrió de gangrena tras
soportar las torturas y debieron amputarle todos los dedos. Camina lentamente,
apoyándose en su bastón, sin arrastrar los pies. Todo lo erguido que le permite
su espalda, entre los aplausos de los familiares de las víctimas, se da un
último abrazo con Don Díaz y se retira de la sala.
Su testimonio había
terminado diciendo nunca más he vuelto a ser lo que era. Dejé de ser dinámico.
Deje de ver a mis amigos. Jodar participó de mi secuestro, por eso quería declarar.
Para encontrar la paz en mi corazón.
Al salir lo veo
sentado con su familia en un café a media cuadra del tribunal. Llorando. 41
años después.
Comentarios