Por Exequiel Arias para El Diario del Juicio
- “¿Jura usted por sus creencias decir verdad de
lo que supiere y le fuera preguntado?”
- “Juro por la memoria de mi hermana. No tengo una
creencia particular.”
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Ph Elena Nicolay |
Con esa respuesta, Mercedes Beatri
El secuestro de Olga y Maurice se produjo en la
madrugada del 8 de julio de 1975. Dos días antes, Olga había recibido la visita
de sus hermanas y su mamá en aquel departamento de General Paz 1013. Mercedes
recordó que ese día hizo mucho frío, y que Olga sugirió que fueran al Parque 9
de Julio para tomar un poco de sol, antes que anochezca. "Hoy entro en el
cuarto mes", había dicho Olga mientras se tocaba la panza; su embarazo
recién se asomaba y era poco notorio.
Durante la mañana del día en el que se produjera
el secuestro de la pareja, llegó a la casa de Tafí Viejo la empleada doméstica
de Olga. Esta señora -llamada Carmen, cuyo apellido la testigo no logra
recordar- había ido al departamento a trabajar como de costumbre, pero al
llegar se encontró con la puerta abierta y el interior desordenado. De
inmediato, su padre se trasladó al departamento para corroborar lo que Carmen
había relatado. Una vez allí, se encontró con la casa dada vuelta y con claros
signos de haberse dado una situación violenta. El padre observó también que se había
registrado el estudio de Maurice, donde había varios libros, discos y escritos
desparramados por todo el recinto.
Mercedes contó al Tribunal que fue su padre,
Germán González, quien se encargó de la búsqueda de Olga Cristina. Conversó con
vecinos, un joven matrimonio chileno, quienes le contaron que aquella noche,
alrededor de las tres de la mañana, escucharon fuertes golpes en el
departamento y que, acto seguido, se cortó la luz. "Maurice, los documentos
y las llaves" habría exclamado la voz de Cristina. La mencionada pareja
también le contó que vieron a través de la ventana dos vehículos estacionados
en la vereda, uno militar y uno particular. Germán, a quien Mercedes describe
como una persona instruida y militante, investigó y consultó con amigos
cercanos sobre cómo proceder ante esa situación. Así fue que tramitó la presentación
de un hábeas corpus ante el cónsul
francés y realizó la denuncia formal en una comisaría, ambas acciones que no
obtuvieron resultado. Además, se contactó con amigos de Maurice y averiguó en
el periódico La Gaceta –donde este último trabajaba como corrector de
pruebas- si tenían algún tipo de
información sobre el paradero de la pareja. Allí es donde conoció al fotógrafo
Edmundo Font, quien le comentó que había visto a Olga Cristina en la “Escuelita”,
mientras cubría el acto por el Día de la Independencia en la ciudad de Famaillá,
el 9 de Julio. Este dato alentó a Germán, quien renovó las esperanzas de encontrar
con vida a su hija. Sin embargo, al poco tiempo, un vecino de Tafí Viejo -Hugo Díaz,
detenido y desaparecido tras la segunda detención- le aseguró que Cristina
estuvo en la Escuelita sólo por una semana.
A pesar de todas las dudas que le generó la última
información recibida ("¿Qué significa esto? ¿La llevaron a otro lado? ¿La
mataron?"), su padre continuó la búsqueda. Incluso, en el año 1976 y luego
de muchas gestiones, llegó a entrevistarse con Antonio Domingo Bussi. "Si
usted busca al francés y a su esposa, mejor vaya a su casa y cuide de los hijos
que le quedan" le había dicho el genocida, quien por ese entonces había
sido nombrado gobernador de la provincia. Mercedes recuerda que esa fue la
primera vez que vio a su padre llorar, y que ese acontecimiento fue decisivo
para la familia, ya que entendieron que jamás volverían a ver a Olga Cristina.
"Mi
papá decidió silenciarse"
Emocionada, Mercedes relató al tribunal que, luego
de la infructuosa búsqueda de su hermana, el entorno familiar terminó derrotado.
"La familia implosionó. Mi madre quedó disfónica, y aseguraba que
masticaba la comida pero que no la podía tragar. No hablaba. La llevaron a
Buenos Aires y allí realizó un tratamiento psiquiátrico y psicológico", contó.
Con respecto a su padre, dijo que al poco tiempo de su entrevista con Bussi, el
hombre se hundió en el silencio. "No quería hablar, empezó a quedarse
callado mucho tiempo", dijo y agregó "mi papá era una persona que
hablaba todo el tiempo, se nota que había llegado a un límite". Mercedes
aseveró que la salud mental y física de su padre se deterioró al cerciorarse de
que no volvería a ver con vida a Olga Cristina. Además, enfatizó que lo que más
atormentaba al padre era el hecho de no saber qué sucedió con los restos.
"Se imaginó todas las muertes posibles de su hija", concluyó
Mercedes.
La testigo agregó que realizaron muchas gestiones
para encontrar al niño o niña que Olga Cristina pudiera haber dado a luz,
también sin resultados. Finalizó su declaración con la lectura de un poema de
Juan Gelman, poeta argentino que fue perseguido por sus ideas durante la
dictadura. El poema, que figuraba en una pizarra del departamento de Olga y Maurice
al momento del secuestro, se llama "El
juego en el que andamos", y reza:
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.
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