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Archivo H.I.J.O.S. Tucumán |
Lorenzo Nolasco Medina relató al Tribunal que en el año 1975 vivía en Buena
Vista (Simoca) junto a su padre, madre y ocho hermanos. Pedro Antonio Medina
era el mayor, trabajaba como maestro y se había casado con Ana María Mrad unos
días antes de su secuestro. “La última vez que lo vi fue el 30 de enero” dijo
el testigo. Según la declaración, Pedro se encontraba en Simoca, sobre la ruta
157, y se dirigía a la ciudad de San Miguel para visitar a su suegro. Vecinos
del lugar le comentaron a la familia que vieron por última vez a Pedro cuando
subió a una camioneta rastrojera, frente al cementerio de la zona.
Lorenzo contó que no recordaba si su hermano tenía actividad política. Sin
embargo, según consta en un expediente de la causa “Operativo Independencia”
(401015/2004),
Pedro Antonio militaba en Montoneros. De acuerdo al mencionado expediente, el 9
de febrero de 1975 dos vehículos particulares interceptaron a la rastrojera
blanca en la que Pedro se trasladaba junto a Guillermo Eduardo Díaz Nieto y
José Teodoro Loto, también integrantes de la organización. De los vehículos
bajaron varios policías de la provincia y forzaron a los tres hombres a subir a
uno de los coches. Posteriormente, se cree que fueron trasladados a la
Delegación Tucumán de la Policía Federal, donde habrían sido torturados hasta
morir.
El testigo contó al Tribunal que, en torno a la fecha del secuestro, la
familia temía realizar denuncias por el clima político y social que se vivía en
la provincia. En lo jurídico, presentaron un hábeas corpus en el año 1981. Sin embargo, jamás tuvieron noticias
de Pedro o de su compañera, Ana María, quien también fue secuestrada meses
después en el ‘75.
El circuito del terror
Desde Comodoro Py, Rubén Clementino Ferreyra contó al público todo lo que
recordaba sobre su secuestro. En el año 1975, vivía en el Ex Ingenio San José.
Trabajaba para una empresa que construía los instrumentos y la maquinaria para
la industria azucarera y no participaba en actividades sindicales ni tenía
participación política. El testigo relató que el 3 de mayo de ese año se
encontraba junto a su esposa y su suegra -Argentina Irene Pérez y María Murúa,
respectivamente- en la casa de esta última en Yerba Buena. Por la madrugada,
irrumpieron en el domicilio hombres vestidos de civil, que no portaban armas
pero que aseguraban ser de la policía. “Ingresaron rompiendo la puerta a
golpes”, recordó el testigo, “no mostraron ninguna orden, destrozaron cosas,
nos trataron mal”. Rubén Clementino narró que le pusieron la funda de una
almohada en la cabeza y lo subieron a un vehículo. No sabe con certeza, pero
cree haber sido el primero al que secuestraron, ya que luego recorrieron otros
lugares para “cargar” a más personas en el automóvil.
Tal como ocurrió a muchas víctimas del terrorismo de Estado durante el
Operativo Independencia, Rubén Clementino fue trasladado a distintos lugares a
lo largo del circuito represivo. En primera instancia, fue llevado al CCD
ubicado en la Escuela Diego de Rojas, conocido como “La Escuelita de Famaillá”.
Allí, relató, lo tuvieron durmiendo en el piso en condiciones higiénicas
lamentables y fue víctima de malos tratos por sus captores todo el tiempo. El
testigo contó al Tribunal que fue sometido a los temidos interrogatorios, donde
sufrió sesiones de tortura y picana eléctrica en la boca y en los testículos,
además de recibir fuertes golpizas en el cuerpo y en el cráneo. En una
oportunidad, recordó, le asestaron un golpe tan fuerte en la cara que le
quebraron el tabique de la nariz. También relató que escuchaba los gritos de
dolor de otros detenidos en aquel lugar.
Desde la Escuelita, Rubén Clementino fue llevado al CCD Jefatura de
Policía, donde le sacaron la funda que le cubría la cabeza y pudo reconocer a
Roberto Heriberto Albornoz. El genocida, que era conocido en San José, recibió
a Ferreyra y firmó un informe donde se asentaba que el testigo fue “conducido por las fuerzas ‘TAREA’ y puesto a
disposición del Poder Ejecutivo Nacional”. Un tiempo después, el 23 de mayo
de 1975, es trasladado a la unidad penitenciaria de Villa Urquiza, donde se
registró su ingreso “a disposición de PEN”
por “Enc. Elementos del ERP”, según
se lee en la “Nómina de Personal
Subversivo puesto a disposición del PEN”, documento de la época. De allí
fue llevado a Resistencia (Chaco), donde también fue víctima de golpizas y
torturas. Finalmente, fue trasladado a la Unidad Penitenciaria de La Plata,
lugar en el que se entrevistó con el Juez Mario Martínez y donde le fue
concedida la libertad el 3 de octubre de 1979.
En total, Rubén Clementino estuvo detenido ilegalmente por 4 años y 5 meses.
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