Por Fabiana Cruz y Hugo Hernán Díaz para El Diario del Juicio
¿Esas personas culpables, serán condenadas el día de mañana?
Con esa pregunta Elvira Rosa de Astorga terminaba de dar testimonio a los
jueces en su domicilio el día viernes 5 de mayo. El juez Casas, intentaba
entonces explicarle a la mujer de 84 años, que los actuales imputados, serían
condenados solo en caso de ser considerados autores de los hechos por los
cuales se los juzga.
Cabe pensar como Elvira, ¿serán realmente condenadas estas
personas? En un contexto de desamparo por parte del gobierno nacional que
banaliza las cifras de desaparecidos, que otorga más poderes a las fuerzas
militares y tiene de amigos a los responsables, si pensamos en un poder
judicial que permite la aplicación de la ley del “2x1” para los culpables por
delitos de lesa humanidad, que dilata causas al extremo, que otorga penas
bajísimas a los acusados y que se desentiende de los castigos aplicando la
inefectiva prisión domiciliaria, entre otros males, entonces ¿habrá castigo?.
Sin ir más lejos, indignó a muchos la designación del famoso defensor de
genocidas Facundo Maggio como Juez de instrucción Penal nº ll que, gracias a la
presión de un vasto sector de la sociedad fue retirada.
No son casuales los hechos que nos circundan, la dimensión
política no es ajena a la lista interminable de atropellos que van en contra de
los derechos humanos, de las conquistas sociales y de nuestra propia historia
con el Terrorismo de Estado. Se consagra y reproduce nuevamente la brutal idea
de una “guerra”, de un enfrentamiento entre dos demonios que garantizan, en
algunos casos, nuevamente la impunidad.
Elvira Rosa es una testigo que corresponde al juicio por la
megacausa Operativo Independencia y, hace unos pocos días, comenzaba su
declaración desde el comedor de su pequeña y acogedora casa de paredes celestes
un tanto gastadas. Rodeada del personal designado para la domiciliaria se sentó
en una silla de madera, tenía un pantalón verde y zapatos negros con azul, delgada,
de saco rosa y avanzada edad entrelazo sus manos un tanto nerviosa, lo que de
todos modos no impidió que pueda reconstruir los hechos trágicos que la
atravesaron hace 41 años.
En el año 1976 a Elvira le tocaron la puerta de su casa,
venían a avisarle que su nieta se encontraba en lo de un vecino y que debía
apresurarse a retirarla. La niña tenía unos pocos meses, mientras tanto su
padre Juan Mario Astorga, hijo de Elvira, que en ese momento tenía 22 años,
acababa de ser secuestrado junto a su esposa Alicia Isabel Pérez de 24 años.
Juan era agente de la Policía de Tucumán, Alicia era ama de casa y juntos
criaban a la pequeña que no había cumplido su primer año. Aquél día de marzo en
que un grupo de hombres se acercaron a la vivienda para detener a la pareja,
Alicia se encontraba con un embarazo de tres meses. Luego de este atropello
ilegal, no se supo más sobre Juan Astorga y Alicia Pérez, mientras que la
situación del bebé en vientre sigue siendo difícil de precisar.
El ruido del aleteo del ventilador ubicado en el techo de la
vivienda hace que el esfuerzo por escuchar a Elvira sea mayor, con su tono de
voz bajo cuenta a todos los presentes que su hijo era muy trabajador, que
estaba todo el tiempo afuera, pero que ella siempre se preocupaba cuando no
volvía a su casa. A pesar de tener seguridad sobre ciertos hechos del pasado, a
las preguntas más específicas teme responderlas, dice que ya pasaron muchos
años, que no se acuerda. Pero no duda en hablar de su nieta, Verónica Astorga,
quien tuvo que criarse con su familia materna. Añade con alegría que ella viene
a veces a visitarla, es lo único que quedó de su hijo. En medio de su relato,
la mujer liberó las lágrimas que se había esforzado en contener, y lo que se
alcanzó a percibir entre su sollozo fue “me destrozaron la vida”.. Sin embargo,
a las desgracias le siguieron otras, en el año 1977 secuestraron a su segundo
hijo, Julio Fernando Astorga, todavía continúa desaparecido.
La suerte de la familia de su nuera Alicia estaba lejos de
ser menos dolorosa. Antes de su desaparición, habían secuestrado a su padre
Marcos Antonio Pérez y a su hermano Héctor René Pérez, este último liberado con
posterioridad por las fuerzas represoras. Finalmente en el año 77, secuestraron
y desaparecieron a su cuñado Gabriel Costilla.
A Elvira le abarrotaron su familia. 41 años han pasado sin
obtener justicia. Ninguna reconciliación, ningún perdón ni olvido repararán
jamás el sufrimiento que pasó toda su vida. La complicidad social y mediática,
también son responsables.
Nuevamente, nos situamos en el final de su declaración. La
mujer quiere saber para qué se ha montado tamaño proceso (refiriéndose a la
audiencia en su propio domicilio), pregunta además por las posibles
consecuencias del juicio.
¿Esas personas culpables, serán condenadas el día de mañana?
30.000 compañeros desaparecidos, presentes ahora y siempre.
Ph Elena Nicolay |
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