Por Hugo Hernán Diaz para el Diario del Juico
Eran
las 10:06 de la mañana del viernes cuando partimos desde el Tribunal Oral
Federal hacia la ciudad de Lules, situada a un poco más de 5 km de la capital
tucumana. Cuando digo partimos hago referencia a jueces, abogados,
administrativos de fiscalía, personal de gendarmería y nosotros, los periodistas.
En medio de una jornada cálida llegamos a La Reducción, allí nos esperaban Lidia Damiana Carrizo y Eduardo Benjamín Córdoba,
los testigos del día.
Lidia
tenía una pollera azul que le llegaba casi hasta los tobillos y un chaleco del
mismo color, en los pies había optado por ponerse medias blancas y zapatos
marrones. Su rostro lleva las marcas del paso de los años, su postura es un
tanto encorvada. Caminó despacio, se sentó al lado del juez Juan Carlos Reynaga
y le manifestó que le gustaría que su hijo pase a la sala que se había montado
en el comedor de la casa. Una vez concluidas las negociaciones frente al pedido
la declaración se inició.
Es
jubilada, tiene 82 años y es madre de una víctima que ya declaró anteriormente
en el TOF.
Para
el año 1975 la mujer y su familia (compuesta por su marido y tres hijos) vivían
en San Rafael, Lules. Su esposo, Manuel Leónidas Córdoba, era policía, y llevaba
adelante su actividad en la comisaria de la zona.
El
primero de marzo de ese año, alrededor de las veintiún horas un grupo armado
ingreso a la casa de la familia Córdoba-Carrizo. Algunos vestían uniformes
azules, mientras que otros lo hacían de verde. Lo primero que hicieron fue
preguntar por la hija mayor del matrimonio, sin embargo la misma no se
encontraba en el hogar en ese momento. Luego de revisar el lugar y de cerciorarse
que la joven no estaba allí comenzaron a golpear a Manuel; lo patearon y lo
pisaron mientras lo acusaban de ser miembro del ERP amenazándolo con que “iban
a hacer boleta”. Más tarde lo cargaron en una camioneta y se lo llevaron. La
próxima parada sería la casa de la suegra de Lidia, espacio en el que estaba la
joven que buscaban. Padre e hija fueron secuestrados y llevados a la escuela
Diego de Rojas, más conocida como “La Escuelita de Famaillá”.
El
mismo día en que Manuel fue detenido, Jorge Eduardo Córdoba, el otro testigo de
la mañana, se dirigió a la oficina de Heriberto Albornoz para solicitarle que
le otorgue la libertad a su hermano, a lo que éste (por Albornoz) respondió en
forma positiva y hasta pidió disculpas por lo ocurrido. Sin embargo era otra de
sus maniobras del tenebroso policía multicondenado.
Eduardo
tiene 85 años, es jubilado y director de un comedor que da de comer a setenta y
dos chicos todos los días del año. Para la ocasión se puso una campera beige
que representa mucho en su vida, fue con la cual conoció al papa Juan Pablo II
cuando le tocó ir como representante del PJ.
“Albornoz
lo hace liberar esa misma noche, parece que había entendido que él no tenía
nada que ver.” Sin embargo, cuando Manuel intentó reincorporarse a su trabajo
se dio con la noticia de que había sido cesanteado del mismo por expresas
órdenes de Albornoz, e incluso sus ex compañeros le advirtieron que querían
matarlo.
A
los dos días de su liberación Manuel fue nuevamente detenido y trasladado por
segunda ocasión al centro de detención clandestina conocido como “La escuelita
de Famaillá”. El itinerario del horror continuó en Jefatura de Policía; luego
tuvo un paso por Comisaría nro. 13 y finalmente en la penitenciaria de Villa
Urquiza. El 13 de marzo de ese año sería liberado.
Lidia
inclinó su cabeza como mirando al suelo pero sus ojos no tenían una dirección.
“No teníamos ni para comer, habíamos vendido todo”. Manuel ya nunca volvió a
ser el mismo, incluso se vio obligado a usar sillas de ruedas a causa de las
graves lesiones que le ocasionaron las torturas recibidas. El tiempo trajo para
él un derrame cerebral ocasionado por las constantes palizas durante su
secuestro, y así, nos dejó físicamente.
La
hija del matrimonio volvió a casa mucho después que su padre, recién en
septiembre del 76. Su libertad fue condicional y tuvo contacto con los
represores hasta 1981. Su identidad esta preservada en este artículo por ser
una víctima de delito sexual.
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