Fotografía Elena Nicolay |
Por Julita Albarracín
Son como 20 niñas de 16 y 17 años. Delantales
blancos, bien despiertas, sentadas en las filas de atrás, de lo que se conoce
como la parte de los familiares y víctimas, en la sala de audiencia del décimo
tercer juicio de lesa humanidad que se realiza en Tucumán.
Este juicio es por la desaparición y muerte de
Alberto Ledo, uno de los más de 200 conscriptos que aniquiló el terrorismo de
Estado en la Argentina. Al momento de su desaparición, Alberto tenía tan solo
cuatro años más que las chicas de la escuela Sarmiento que hoy presencian la
primera audiencia de esta causa.
Las alumnas no han venido en el contexto de
ninguna materia, las acompaña una no docente, pero han llegado hasta aquí
porque el currículum escolar las ha preparado para este momento. “La escuela
-nos cuentan Justina y Narella- hace
jornadas y charlas, donde incluye el tema de la dictadura y el Operativo
Independencia”. También han realizado el recorrido de visita en el sitio de
Memoria la Escuelita de Famaillá y en un viaje que hicieron a Buenos Aires
incluyeron la visita al ex centro clandestino de detención y exterminio más grande del país: la ESMA (Escuela de
Mecánica de la Armada).
Llegar hasta aquí, solo les ha valido transmitir
la iniciativa de una compañera a la vicedirectora de la institución, una nota
firmada por ella a las autoridades del Tribunal Oral Federal y la evidente
autorización de los magistrados para que presencien este juicio con solo el
documento de identidad en mano. Sin demasiada burocracia, las mujercitas de la
Escuela Sarmiento asisten a lo que ellas mismas han denominado como parte de la historia viva de nuestra
provincia.
Pero lo que parece un camino trazado sin
inconvenientes en realidad es un recorrido. Un proceso que se extiende en el
tiempo de la enseñanza y el aprendizaje, y la decisión institucional de
incorporar en el currículo escolar el tan famoso tema de la “dictadura en la Argentina”.
Famoso porque ha dado qué hablar, porque
trascendieron posturas en relación a su enseñanza, porque se instituyó un Día
de la Memoria (ley 25.633), porque durante los gobiernos anteriores a éste
llegó material didáctico a las escuelas, y porque lo que se mantuvo en silencio
se institucionalizó de muchas maneras, y eso trajo un protagonismo a las
políticas de Memoria y a los juicios.
Pero la escuela no es una caja vacía donde se
acomodan las cosas así nomás. El marco
normativo solamente no constituye el currículo y por eso, ni la Ley Nacional de
Educación (Ley 26.206en su artículo 96 inciso 2), ni la provincial (Ley 8391 en su artículo 114 inc. 3 y 4), en
donde se establece la incorporación expresa de la temática del terrorismo de
Estado en la Argentina; o las resoluciones del Consejo Federal de Educación que
introducen ejecutivamente el tema o incluso los diseños curriculares
provinciales que conciben el estudio del terrorismo de Estado en Tucumán, han
podido ocupar el espacio que aún queda por desarrollar sobre este contenido en
la educación en nuestras escuelas.
Enseñar sobre lo que paso y sus consecuencias,
en esa época donde se cometieron las más terribles violaciones a los derechos
de las personas, sigue siendo un desafío. Y lo es, porque no se trata solo de
eso, también hay que poder dar cuenta de la militancia y la política, las
mismas que impulsaron a Alberto Ledo a participar de las acciones en el centro
de estudiantes de la Facultad de Derecho de la UNT, según relató su hermana en
este juicio, después de 43 años. Por eso decimos ‘historias’ -así, en plural- y
no ‘historia’.
Las estudiantes, dicen que sería interesante que la juventud presencie estos juicios,
porque “es una forma para que estas cosas
no sucedan después”. Expresan que “es
importante mantener la historia constantemente en la memoria y reflexionar
sobre lo que significaron estos hechos”.
Estas
palabras, a modo de reflexión, dichas después de la audiencia, resuenan fuerte
cuando se piensa que pasaron 12 juicios y que la propuesta pedagógica de
asistir a los debates por parte de las escuelas no ha sido una práctica constante. Sin embargo también resuenan esperanzadoras,
como una prueba de que, asumida la alternativa de enseñar lo que pasó en clave
de defensa de la democracia y de los derechos humanos, tiene en este espacio de
los juicios, un lugar cardinal y sirve. Sirve para dejar en claro una cosa que las
chicas remarcaron al final de la breve conversación que tuvimos: “que se haga justicia, que se haga justicia
por Alberto Ledo”.
Comentarios