Por Josefina Luna //
El lunes 24 de julio se llevó a cabo una nueva audiencia de la Megacausa Jefatura III, donde más de una decena de nuevos testigos prestaron declaración.
Luego de un cuestionado receso de casi un mes entre audiencias, el lunes 24 el Tribunal Oral Federal volvió a prestar escenario para el desarrollo de las audiencias de la Megacausa Jefatura III. Para algunos testigos esta oportunidad fue la primera vez que lograron poner en palabras, ante un tribunal, las torturas que marcaron su pasado. Ese fue el caso de los dos testigos que abrieron la mañana.
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FOTOGRAFÍA DE ELENA NICOLAY - LA PALTA |
Un testimonio en primera persona
Luego de un retraso de aproximadamente media hora en el comienzo, la audiencia da paso al primer testigo de la jornada: Angel Rolando Ruiz. Ni bien pasó por la puerta, escoltado por unade las integrantes del equipo de acompañamiento a testigos víctimas, se sienta frente a los jueces. Con un bastón en la mano, que da cuenta de sus 79 años de vida y esa vulnerabilidad propia de su edad comienza su relato.
Durante los 70, Ángel trabajaba y vivía en el ingenio de Concepción junto a su mujer. En ese momento ejercía como delegado en el sindicato del ingenio. Tiempo antes de su detención los rumores de los secuestros ya habían llegado a sus oídos. Por el temor, su esposa tuvo que abandonar el hogar que estaban construyendo juntos y regresar a la casa materna en busca de protección.
Al comenzar a contar cómo fue el momento de su detención y los posteriores meses de torturas, Rolando se quiebra y empiezan las lágrimas. Se encontraba en la casa de un amigo a quien se refiere como Álvarez cuando se lo llevaron, no llegó a poner un pie fuera de la casa de su amigo cuando comenzaron los golpes por parte de sus secuestradores al mismo tiempo que le preguntaban dónde guardaba la plata del sindicato, dinero que Ruiz jamas habia tenido en su poder “Nosotros éramos sindicalistas pobres” afirma, entre lágrimas, el testigo.
“Estoy despedazado. No quiero recordar porque es muy feo”, dice Rolando al responder las preguntas de la fiscalía. Sin embargo, se sobrepone y lo hace. Cuenta ante la audiencia el maltrato al que fue sometido, y del que aún tiene secuelas. Por ejemplo el chichón en la cabeza que no se va con los años y por el que debe ser tratado por un neurólogo.
Una vez terminado el repaso por esa época de su vida que Angel Rolando Ruiz buscaba dejar atrás con su silencio, acaba su testimonio entre lágrimas y con la contención de quien fue su escolta al entrar en la sala.
Minutos después de que el primer testigo acabara con su testimonio entra a la sala Noemi Pascuala Soraire, su esposa. Noemí pasa después que su marido. Él había entrado a la audiencia con paso titubeante, ella entra más tranquila. Ángel tiene que hacer memoria para recordar algún que otro dato, Noemi recuerda las fechas con claridad. Mientras uno parecía tratar de olvidar su pasado, la otra parecía tenerlo impreso en la memoria.
Soraire comienza con su testimonio en el que reafirma varias de las cosas que dijo el primer testigo, pero sumando algunos datos que esclarecen la historia, como el hecho de que su marido fue encontrado en el mes de abril, por la zona del Chañar. O la negativa de la policía de tomar la denuncia de desaparición de Ángel.También recuerda lo asustado que lo vio aquella primera vez que lo vio de nuevo, lo negado que estaba a hablar de los meses que habían pasado y como eso la había llevado a creer que él había enterrado todos esos recuerdos, hasta ahora. “Ahora me doy cuenta que no se ha olvidado” declaró la segunda testigo de la mañana.
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