Por Exequiel Arias
Las primeras voces que se alzaron frente al tribunal en la mañana del
jueves 16 de febrero fueron las de los hermanos Carlos Héctor y Víctor Hugo Romero,
a quienes el terrorismo de Estado les arrebató su hermano adolescente durante
el Operativo Independencia.
Marzo del ‘76
Carlos Héctor Romero - Ph Elena Nicolay |
Rolando Agustín Romero tenía 16 años, trabajaba con su padre en la
construcción y, según sus hermanos, “no tenía actividad política alguna”. El
secuestro de Rolando se produjo una madrugada de marzo de 1976, mientras Carlos
Héctor se encontraba de guardia en el cuartel de policía, donde se desempeñaba
como oficial. El benjamín de los hermanos, Víctor Hugo, recordó que la familia
dormía cuando escuchó un fuerte golpe que lo despertó, al cual no le dio demasiada
importancia. Somnoliento, intentó volver a dormir, pero una sensación fría en
la parte posterior de su cuello lo alarmó. A los pocos segundos, se encontraba boca
abajo y con la culata de una pistola en la nuca mientras sus captores, un grupo
de hombres encapuchados, apresaban al resto de la familia en medio de gritos e
insultos. “Éste es”, clamó una voz en la habitación contigua, determinando a su
vez el fin de la rápida intromisión nocturna. “Se lo llevaron así como estaba”,
contó Víctor Hugo, refiriéndose a que lo metieron en un vehículo en calzoncillos
y con la cabeza tapada. El menor de los Romero aclaró a la Fiscalía que los
captores no exhibieron ninguna orden de arresto o allanamiento durante el
operativo. El testigo también recordó que en esa noche se produjeron otras
detenciones en el barrio, entre ellas la de Marta Robles de López, y que uno de
sus hermanos persiguió en bicicleta los vehículos de los intrusos hasta llegar
a una jefatura, donde éstos habían sido estacionados.
Sobre las gestiones que se hicieron para encontrar a Rolando, ambos
hermanos relataron que la madre, Manuela Mónica Sotelo, fue la encargada de
hacer la mayoría de las averiguaciones. Ella lo buscó en hospitales,
comisarías, preguntó a jueces e incluso presentó un habeas corpus. Todas estas acciones no tuvieron respuesta alguna.
“Olvídense”, fue una de las contestaciones que recibieron de un jefe de la
Brigada, cuyo nombre Víctor Hugo no logra recordar. Por su parte, Carlos Héctor
averiguó entre sus colegas policías sobre el paradero de su hermano. En el año
75 y con sólo 19 años, Carlos Héctor había ingresado a trabajar en la Guardia
de Infantería, participó junto a Luciano García en un arresto y conoció “de
lejos” a Roberto Heriberto “El Tuerto”
Albornoz. Sin embargo, confesó que sus averiguaciones no fueron muchas por
miedo a represalias. “Cuando uno pregunta mucho ya lo miran de otra manera”,
dijo. Recordó, además, que en una oportunidad Mario Albino Zimmerman, el
entonces jefe de policía de la provincia -que falleció en 2010 mientras era
procesado en la megacausa “Arsenales II-Jefatura II”- lo mandó a llamar a su
despacho para interrogarlo. “Me preguntó qué hacía, y me preguntó si sabía lo
que hacía mi hermano”. A pesar de las distintas acciones que se iniciaron para
encontrar a Rolando, Víctor Hugo comentó que nunca más dieron con su paradero y
expresó la angustia que la situación dejó en la familia, sobre todo en sus
padres. “Eso fue lo peor, ver a mi padre y madre llorar y esperar toda la noche
por si aparecía mi hermano. Fue un horror”.
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