- por Gaby Cruz para el Diario del Juicio
Pasaron 37 años. La espera se llevó vidas y
un poco de justicia, pero dejó lucha y la certeza de que “No nos han vencido”.
A lo largo de este mes los testimonios que
pasaron por el Tribunal Oral Federal (TOF) dieron cuenta no solo del dolor,
sino también de esa lucha por la justicia. Una lucha que se abrazó a la
esperanza aún cuando ningún cambio parecía posible, que forjó lazos entre
familiares y sobrevivientes y que hoy sigue tejiendo esos lazos con la sociedad
toda.
“Recordar todo esto es muy feo, pero
hubiera sido peor no decirlo”, fueron las palabras de María Cristina Rodríguez
Román de Fiad. Y eso es lo que los testigos demuestran con su presencia ante el
tribunal: la fortaleza de haber mirado de frente al horror y a pesar de todo,
seguir. “Decile a Humberto que ya no lo puedo esperar más”, contó Haydee del
Carmen Ance que le dijo su padre antes de morir. Haydee buscó a su esposo,
Humberto Barrionuevo, desde la misma noche en que lo llevaron y contó en la
audiencia lo que vivió, lo que vio y lo que supo en estos años de búsqueda
incansable. Pero a veces el cuerpo y la entereza no acompañan el deseo de
hablar y contar todo. Santos Chaparro describió como pudo y hasta donde pudo
los horrores que vio y en su declaración del jueves 30 de mayo dijo: “Ojalá que
nadie presencie o sufra estas cosas que han hecho”.
Ese mismo día declararon los sobrevivientes
de la zona del Ingenio La Florida. Recordaron que una de las personas
responsables de su dolor fue ‘Pecho’i Tabla’, así le decían a Víctor Sánchez
quien había sido entrenador de básquet en un club de La Florida. Los testigos
Ramón Brizuela, Gloria Iñíguez, Blanca Hoyos, Elsidia Carabajal indicaron que
además fue entregador y violador. Todos ellos estuvieron en el Centro Clandestino
de Detención (CCD) que funcionaba en el Arsenal Miguel de Azcuénaga. Ese lugar,
que muchos testigos describen como ‘el infierno’, fue además un espacio
destinado para el exterminio.
Las fosas circulares, los detenidos
arrodillados frente a ellas, el disparo en la cabeza, los cuerpos tapados con
neumáticos y el fuego para hacerlos desaparecer. Así se asesinaba en ‘El
Arsenal’. Así lo describió el ex gendarme Antonio Cruz cuyo testimonio se
incorporó por lectura el jueves 6 de junio. Pero ni aún así pudieron.
Marta Rondoletto es una luchadora
incansable que dedicó su vida a la militancia y a su compromiso con los
Derechos Humanos. En su declaración habló de quiénes eran su padre, su madre,
su hermana, su hermano y su cuñada. Todos ellos desaparecidos desde aquella
siesta del 2 de noviembre de 1976. Ella supo, por la declaración de Antonio
Cruz, que Pedro (su padre) y Jorge (su hermano), fueron asesinados en el
Arsenal. También supo como fue el secuestro de su familia por los testimonios
de quienes se encontraban esa tarde. Eustaquio César Gramajo y Oscar Felipe
Díaz estuvieron en el TOF el 13 de junio y contaron lo que se vivió en la casa
de la familia Rondoletto cuando Pedro, María del Carmen, Silvia, Jorge y su
esposa Azucena Bermejo fueron secuestrados. “Me dijeron que Jorge trató de
proteger a Azucena y fue brutalmente golpeado”, dijo Marta ante el tribunal.
Pero el momento más emotivo, más fuerte de la declaración de Marta, fue cuando
miró a los imputados mostrándoles la única foto que conserva de su familia y
les dijo: “Esta es mi familia, no nos han vencido”. Ese solo momento demostró
que la lucha valió la pena, que la justicia, aunque no sea toda la que se
quisiera, es un objetivo al que no se puede, no se debe renunciar.
Claudia Fote también declaró el 13 de
junio, ella era apenas una niña cuando secuestraron a su padre Fortunato
Leandro Fote. Con sus seis años vivió la clandestinidad. La dictadura militar
le arrancó 22 miembros de su familia. Tuvo que cambiarse el apellido porque,
como ella mismo lo dijo en la audiencia “Era peligroso”. Claudia contó lo que
recordaba de aquellos días viviendo a escondidas. “Mi mamá me contaba que
estábamos en una historieta, para pasar todo esto”, comentó. “Sé que mi papá
fue un gran dirigente, fue una gran persona”, afirmó Claudia que hoy dice
orgullosa su nombre y su apellido.
El viernes 14 de junio fue la última
audiencia hasta la fecha. En esta ocasión se presentaron los testigos por el
caso de Ángel Manfredi y Ana María Sosa. Ambos eran militantes del Partido
Comunista Revolucionario (PCR) y habían ido a una reunión en la zona de La
Banda. La reunión era un festejo con la gente de aquella comunidad por el día
del niño. Esa tarde del 8 de agosto de 1976 fueron secuestrados y desde
entonces no volvieron más. Esa misma tarde allanaron las casas de Ana María y
de Ángel, así lo contaron Carlos Reynaga (esposo de Ana), Diego Reynaga Sosa
(hijo) y Lola del Valle Farhat (esposa de Ángel).
Diego era un niño, pero jamás se olvidó del
caos en que convirtieron su casa cuando fue allanada. Tampoco olvidó el llanto
de sus hermanos cuando se quedaron solos. “Estoy orgulloso de ser hijo de mi
madre”, dijo Diego antes de retirarse.
Lola Farhat, esposa de Ángel Manfredi, recordó
que fueron muy violentos con ella y con sus hijos cuando ingresaron a su casa.
Habló de su esposo, de su militancia. “Toda su vida ha sido un compromiso social”,
y agregó: “Él quería, deseaba un mundo mejor…su principal delito fueron sus
ideas”.
A lo largo de las declaraciones las
historias se van entretejiendo y la verdad se hace innegable. La verdad de que
los secuestros, las torturas y las desapariciones respondieron a un plan
sistemático diseñado para asesinar a una gran parte de la población civil.
Estudiantes, profesionales, sindicalistas, trabajadores de fábricas, obreros
del surco, militantes. Mujeres, hombres, jóvenes, adolescentes. No les
importaba nada y quisieron arrasar con todo, pero no pudieron. Porque la
memoria se hace presente y sigue contando, construyendo y escribiendo la
historia. Una historia que de verdad se escribe colectivamente, que se ha
tratado de esconder, pero que cada jueves y viernes se abre paso a pesar de
todos los intentos de silenciarla, de esconderla y de negarla.
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