- por Valeria Totongi para el Diario del Juicio
Un cerrado aplauso lo recibió a la salida del Tribunal Oral Federal. Fue el cierre de una jornada intensa para Fernando Sosa Padilla, que se enfrentó, con orgullo y fortaleza militante, a sus recuerdos, a sus miedos y a los “mordiscones” de quienes defienden a secuestradores, torturadores y asesinos. Colorado y ahogado en medio de los abrazos, parecía a punto de estallar en lágrimas.“Me preparé como para un combate, sabía que iba a ser un enfrentamiento duro, porque quieren quebrar a los testigos”.
La comparación no es caprichosa. “Fue como revivir la tortura. Una patada, una pregunta; y del otro lado lado, otra patada, la misma pregunta. Tenía que saber cuál me iba a pegar, si Benedicto (Luis, el defensor de su hermano Juan Carlos Benedicto), desde atrás; si (el defensor público) Ciro Lo Pinto, desde el costado. Pero me refugié en mis creencias religiosas y en mis convicciones políticas, y no perdí la calma”.
Fernando Sosa Padilla fue el tercer testigo que se sentó frente al tribunal que juzga los delitos cometidos en el Arsenal Miguel de Azcuénaga y en la Jefatura de Policía contra 234 víctimas, y por el que están acusados 41 represores, entre militares, policías y civiles. Hasta un cura hay en el banquillo. José Mijalchyk (el “Padre Pepe” de los carteles que muestran los que van a apoyar a los imputados), está sindicado como una de las personas que visitaba el Arsenal y que intercambiaba información con Roberto “El Tuerto” Albornoz.
En su relato ante el tribunal, Sosa Padilla
detalló cómo se gestó, dentro del mismo peronismo, la lucha que dividiría a
aquellos que optaron por el camino de la liberación nacional y los que querían
“limpiar de zurdos” al movimiento. Desde las organizaciones de derecha del
peronismo, como la CNU y la CNS se armaron y se entrenaron algunos de los
personajes que luego pasaron a integrar la Triple A y que, tras el golpe,
encontraron un lugar dentro de las “patotas” que salían a secuestrar militantes
políticos, sociales y religiosos, dirigentes sindicales y estudiantiles, madres
que buscaban a sus hijos, y todo aquel capaz de levantar la voz contra la
injusticia. Reconoció a Benedicto como uno de los integrantes de esas
organizaciones.
- ¿Por qué es importante la realización de
estos juicios, pese a que pasaron más de 30 años y muchos de los imputados han
muerto o están enfermos?
- Porque seguimos buscando Memoria, Verdad,
Justicia y Reparación. Porque, así como la Alemania de la posguerra necesitaba
un Nuremberg (los juicios a los criminales nazis) para poder explicar a Hitler;
para poder reconstruirse como sociedad necesitaba saldar esa deuda con su
historia. Nuestra situación es parecida. Mirá vos Menéndez (Luciano Benjamín,
ex jefe del Tercer Cuerpo de Infantería del Ejército), que no puede ser juzgado
en Tucumán porque está respondiendo las acusaciones en La Rioja, y de allí
tiene que pasar a Córdoba para el juicio por el CCD La Perla. Eso habla de una
necesidad de la sociedad argentina y tucumana, de sincerarse, de entender cómo
y por qué ocurrió la dictadura cívico militar.
- El énfasis puesto en “cívico-militar”...
- Necesitaban de los civiles para concentrar
el poder e imponer un plan económico favorable a los monopolios, y se
necesitaban 30.000 desaparecidos para aplastar toda resistencia y poder imponer
el plan económico de Martínez de Hoz.
- ¿Cómo se relaciona esta idea con el presente?
- La desaparición de personas como parte del
terrorismo de Estado es anterior al golpe del 76 y continuó durante la
democracia porque es una historia que no está saldada y que quedó grabada en el
cuerpo social. Así es como en nuestros días tenemos una desaparecida, que es
Marita Verón. Hay un hilo entre las mafias de ahora y las de aquel entonces.
Hasta Mauricio Macri, con quien no me une ninguna coincidencia política, fue
víctima, en la década de los 90, de un secuestro extorsivo. Y quienes lo secuestran
son los integrantes de “la Banda de los Comisarios”, policías federales que
continuaron con las práctica que habían adquirido durante la dictadura.
Los grupos de derecha dentro del peronismo
Usted traza una relación entre los grupos de
la derecha peronista, la Triple A y los civiles que integraron las “patotas”
juntos con las fuerzas de seguridad durante la dictadura.
- Dentro del peronismo la pugna era enorme, y
se manifestó desde la resistencia peronista, luego del golpe del 55, el de la
“revolución fusiladora”. Así como la compañera Evita decía que “el peronismo
será revolucionario, o no será”, había también sectores de derecha y de
ultraderecha, que pugnaban por abortar el desarrollo del movimiento popular.
Dentro del peronismo había sectores juveniles, los que nos incorporamos en la
década del 60 y 70; otros sectores que ya venían formados por John William
Cook, el padre ideológico de la tendencia recolucionaria del peronismo. Y
también estaban los sectores burocráticos como el del traidos Augusto Timoteo
Vandor. Esa lucha interna en el movimiento se agudiza en la década del 70,
- ¿Cómo se manifiesta esa agudización de la
lucha interna?
Con el tiempo aparecen sectores como la CNU,
enquistados en el movimiento y que decían que los jóvenes éramos unos zurdos
infiltrados en el peronismo. Alentados por los servicios de inteligencia,
tenían el objetivo de impedir que –una vez desalojada la dictadura militar- la
lucha se diera entre el campo popular y las fuerzas de la oligarquía, y en
cambio se manifestada dentro del mismo peronismo, desnaturalizando el proceso.
La matriz ideológica se puede rastrear, ya en la década del 60, con el
florecimiento del movimiento Tacuara. Con estos grupos de derecha el
enfrentamiento era ideológico y físico, con la CNU no había discusión posible.
Amenazas, emboscadas y hasta tiroteos eran sus métodos. Pero la CNU no sólo
sólo recibía adoctrinamiento ideológico de parte lo más recalcitrante de la
derecha. También recibía armas y adiestramiento militar.
- ¿Las armas las entregaba la Policía y el
Ejército?
- Hubo oficiales del ejército que entrenaban a
la CNU, las pistolas 9 mm y 45 se las entregaba el “Tuerto” Albornoz. Con las
armas que les entregaba el Estado a las fuerzas de seguridad se van formando
los grupos de choque del peronismo. Hay una ligazón entre el estado y la
ultraderecha civil que cristalizó en la Triple A. Algunos de La CNU dejan de
tener actividad tras el golpe porque consideraban que su tarea era combatir a
los “zurdos” dentro del peronismo. Otros, como Benedicto, deciden seguir
haciendo carrera dentro de las fuerzas de seguridad de la dictadura cívico
militar. Por eso digo que de Benedicto no es un caso aislado. Era una
polìtica y una ideología, para participar del la represión del conjunto del
pueblo y del genocidio reorganizador, que revierta las conquistas del gobierno
de Perón y que nos haga volver al país del trigo y de las vacas, en el que los
trabajadores estén marginados de la participación social.
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