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Tratamiento para recordar



Tina Gardella
Del hecho puntual, cercano y vivencial, al acercamiento y posicionamiento colectivo de memorias compartidas. Es el Juicio Nº 14 pero todo parece dicho por primera vez.  Raúl Osvaldo Guidi es el primer testigo del jueves 20 de febrero. Sus palabras instalan a Río Colorado, esa localidad clave entre Bella Vista, Simoca y Famaillá y sobre todo a su comisaría, virtualmente tomada para el circuito represivo del Operativo Independencia. Y con la comisaría, todo el pueblo tomado.

Mabel Inés Mansilla inunda de silencio y dolor la sala. Es la segunda testimoniante. Da cuenta de sus 59 años y de ser docente jubilada. En su relato vuelve hacia sus 14 años en 1975. Vuelve porque su hermana mayor, Olga Raquel y su compañero Tirso Luis Yáñez, son secuestrados y desparecidos en ese año. Esas desapariciones tienen –más allá de las consecuentes heridas de por vida- tramas complejas y opacas de relaciones truncas y experiencias traumáticas. Relata Mabel que su hermana Olga y su pareja Luis vivían en Concepción, en una casa pre- fabricada. Ella trabajaba en una “fábrica de cohetes” y él como soldador en un taller metalúrgico. Con su mamá y sus hermanos –René de 16 y Nancy de 9 años- habían ido a visitarlos en ocasión de un cumpleaños. Ambos militaban. Olga había estado detenida en el 72. De Tucumán a Rawson, de allí a Devoto y de Devoto a la liberación en el 73. Tenía una hija, Clarisa, de su anterior pareja que vivía con su padre y con Luis a Olguita, de 10 días. En la casa materna de Italia al 4.000 había un kiosco familiar al que se turnaban con su hermano René para atenderlo. En ocasión de un viaje de su madre, llegaron por la noche 2 autos con militares y policías encapuchados que obligaron a su hermano a cerrar el local y se lo llevaron. Mabel y su hermana Nancy quedaron solas en la casa buscando hacia donde ir puesto que ni vecinos ni familiares querían darles asilo por el supuesto peligro que significaba en esos momentos de terror. El periplo de su hermano René es cruel y devastador: fingiendo que en otro auto las tenían a sus hermanas apuntándoles con un arma, lo obligan a llevarlos a donde vivía su hermana Olga, en Concepción. 

Cuando llegan, los secuestran. Mabel relata, dolorida, que su hermano sólo recordaba los gritos de su hermana Olga y el momento que le ponen la bebé en los brazos. Lejos estaba de terminar la pesadilla. Como la familia de Tirso Yáñez había presentado un hábeas corpus y quien podía declarar porque vio el secuestro era René, diferentes patotas irrumpían por las noches en la casa con amenazas para que no lo hiciera.  La familia finalmente se fue a vivir a Salta. La casa había sido usurpada y su madre tardó en recuperarla. Nunca les dijo quienes se habían apropiado como forma de preservarlos de la maldad. Su hermano René nunca quiso hablar de lo que pasó. Su hermana menor Nancy recién ahora “está en tratamiento para recordar; yo, en cambio, hice y hago tratamiento para no olvidar”, finalizó.

Arturo José María Corroto y Luis Antonio Paz son los testimoniantes que completan la jornada diurna. Ambos son hijos de secuestrados y muertos desaparecidos. Eran niños cuando secuestran a sus padres, pero tienen la imagen que explica y tramita el después. Arturo es hijo de Pedro Corroto. Tenía una panadería en Monteros, estaba relacionado al vóley y militaba en una Agrupación Peronista. Su infancia y adolescencia está hecha de silencios. Verla sufrir a su madre, a partir de esa nefasta noche de 1977 en que lo llevan a su padre, lo marcó para no preguntar, no dar más problemas, ser lo más silencioso posible. Los restos de su padre fueron identificados en el Pozo de Vargas.

Luis Antonio es hijo de Antonio Domingo Paz, representante gremial de la ex textil Escalada y estudiante de Ciencias Económicas. Vivían en Los Ralos. Con sus 4 años y 2 meses, le quedó grabada la imagen de esa noche con su madre y él en el dormitorio y su padre estudiando en el comedor. De los 8 u 11 secuestrados de Los Ralos, solo 1 volvió y eso es toda una marca- expresó. De infancia difícil y supervivencia forzada a la ausencia como lo remarcó, Luis acepta la invitación del presidente del Tribunal para agregar algo hacia el final de su relato: “como hijo, quiero que sean castigados por cobardes. Ver el cráneo de mi padre con un orificio de bala en la frente es la muestra de la cobardía que hicieron. Como hombres, es fácil ser valientes con un arma en la mano. Desconocieron la ley porque tenían armas. Espero que ahora reconozcan la ley.”

Los restos de Antonio Domingo Paz fueron identificados hace 2 años en el Pozo de Vargas.

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