Por Tina Gardella
Las video conferencias están incorporadas desde hace tiempo a los
procesos judiciales. Operan como dispositivos facilitadores de participación e
interacción temporal/espacial. A través de este mecanismo, el jueves 27 se
abrió la audiencia con dos video conferencias desde Mendoza.
Julio César
Varela dio cuenta de los protocolos de movilización de las fuerzas militares en
tanto desde Mendoza los trasladaban hacia Tucumán. En tren, de noche, hasta
despertar en la base y CCD del Ex Ingenio Lules.
Orlando Enrique
Sesto por su parte, narró lo que le tocó vivir en sus 16 años cuando en 1976
devuelven una carta que su madre le había enviado a Lilia, su hermana que vivía
en Tucumán. La misma correspondencia devuelta tenía la leyenda “fallecida”. Su
padre, que inmediatamente se trasladó a Tucumán, fue detenido y, amenazado,
obligado a volverse a Mendoza. Una información anónima le aseguraba que el
cuerpo acribillado de Lilia había sido enterrado en el Cementerio del Norte.
El caso del
secuestro, desaparición y muerte del estudiante de Química Humberto Reyes
Morales Ebrahim fue traído al recinto por sus dos hermanos: Ramón Carlos y
Gladys Rossana Morales Ebrahim.
Ramón Carlos era
un adolescente que cursaba en la Técnica Nº 2 cuando su familia se destruye.
Casi sin hablar de sí sino de su hermano Humberto, describe y narra la escena
desvastadora del miércoles 14 de abril de 1976 por la mañana en que el grupo de
uniformados y civiles irrumpe violentamente en la casa familiar en la que
estaba su madre y su hermanita en la cocina y él en el dormitorio. Destrozando
libros, muebles y objetos, rompiendo puertas a patadas y preguntando por ese
hermano culto, inteligente y estudioso que militaba en el Centro de Estudiantes
de la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia, dejaron la casa con una niña
de 4 años llorando en un rincón, una madre preguntando a los gritos por qué
buscaban de esa forma a su hijo, y él mismo boca abajo en la cama, como le
habían ordenado. Su relato no desperdicia silencios ante la certeza de que el
silencio no es ausencia de sonidos sino presencia y densidad de existencia
reflexiva. Hay que tomar aire y procesar el sufrimiento de su madre y el
padecimiento de su padre quien siendo policía, tuvo la certeza de que sus
propios compañeros comandados por el Tuerto Albornoz fueron los ejecutores de
ese hijo…A Humberto lo secuestra otro grupo operativo ese mismo día y a ese
mismo horario de la casa de su abuela en Bernabé Aráoz al 900. Sus restos
fueron encontrados en 2016 en el Pozo de Vargas.
Gladys Rossana
con su testimonio parecía preguntarnos ¿qué es la niñez, cuántas niñeces caben
en ese genérico? Su relato afirma categóricamente que lo tremendo fue lo
posterior a esa mañana atormentada, porque lo traumático fue que allí comenzó
lo que llamó “infancia robada”. Con 4 años, tuvo que compartir el deterioro
feroz de su madre que, ante la impotencia de no encontrar a su hijo se
lastimaba permanentemente. El dolor de su padre de comprobar la traición de sus
compañeros de la policía que ni siquiera le brindaban información acerca de su
hijo. “No entendía con mi corta edad y saltando etapas, por qué tenía que ir a
la Plaza Independencia pero no a jugar sino a compartir el dolor y el llanto
con otra gente…no entendía esa ronda…no entendía por qué mi madre se moría de
tristeza, porqué mi padre lloraba en silencio, por qué se murió con solo 50
años…”
Con energía en su
voz y en su cuerpo, Gladys expresó que es inconcebible que a más de 40 años los
culpables no se hagan cargo de lo que hicieron. Y que ese hecho de no hacerse
cargo supone trasladar la responsabilidad a las familias que no pueden cerrar
ni hacer duelo porque los responsables no asumen sus responsabilidades. “En
nuestro caso –además- con el agravante que por nuestra religión islámica no
podemos darle entierro a nuestro hermano porque aún no se encontraron todos los
restos…No hay derecho a hacer lo que hicieron. Pido justicia”…
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