El Juicio del Operativo Independencia fue y es mucho más que una
sentencia. No porque la sentencia no haya cubierto las expectativas sobre la
justicia en su función reparadora. Ni tan siquiera para consolar –si cabe un
término de tan poca sustancia- a las víctimas que tendrán que cruzarse y
mirarse y medirse con quien los secuestró y torturó.
De esta articulación entre la condición singular de sus integrantes y el hecho colectivo de lo político, emergió un Diario del Juicio Operativo Independencia que en todas y cada una de sus notas se propuso, como se lo proponen quienes testimonian, que la muerte no sea la que diga la última palabra.
Es que en el proceso de construcción de memoria, historia y justicia de
nuestras comunidades, el Juicio del Operativo Independencia interpela a lo
político para preguntar un “cómo seguimos ahora” desde un lugar en que ya se
conoció lo que hicieron y como lo hicieron. Tuvieron que salir de sus
madrigueras. No hay vuelta atrás.
Como es mucho más que una sentencia, pensamos que, con el permiso de
Galeano, el Juicio por el Operativo Independencia fue un “mar de fueguitos”. De
fuegos grandes, chicos, coloridos, serenos, locos, también los bobos y más aún:
hubo fuegos perversos…y ahora la
sentencia, nos dio fuegos opacos y deslucidos.
Pero desde el Diario del Juicio siempre nos interesaron los fuegos
ardientes, los que se encienden y alumbran, los que se encienden e iluminan,
los que se encienden y entusiasman.
Junto a la Agrupación H.I.J.O.S. Tucumán, el Colectivo de Comunicación
Popular La Palta y periodistas comprometidos con los DD.HH., los estudiantes de
Comunicación, Historia y Letras de la FFyL-UNT construimos el Diario del Juicio
del Operativo Independencia.
Esa articulación, que comenzara con la Megacausa Jefatura II-Arsenales
II y que siguió ininterrumpidamente con los Juicios sucesivos, estuvo entramada
en el Operativo Independencia por los fuegos de Justicia, Verdad y Memoria.
Como fuegos que se pueden mover en su orden, hubo que poner esta vez en primer
lugar al fuego de la Justicia. Porque después de años de un Estado que escuchó
y que permitió diversas formas de inscripción simbólica, nos encontramos ahora con
la indiferencia, el cinismo y el avasallamiento de los recorridos colectivos,
históricos y políticos del conjunto de la sociedad argentina para tramitar ese dolor. Para este fuego de la Justicia, la sentencia no la
representa.
Durante el desarrollo del Juicio hubo principalmente fuegos reparadores;
de quienes testimoniaron como testigos o testigos-víctimas y de todos y cada
uno de los asistentes en el duro aprendizaje de desarrollar la capacidad social
de la escucha. Los fueguitos reparadores nos iluminaron para saber y constatar
en este Juicio, que para que el testimonio tenga sentido, siempre debe estar
dirigido a quien pueda escucharlo. Los testimoniantes y sus testimonios y los integrantes del Equipo de Acompañamiento
dieron cabal muestra de construir un fuego reparador.
Hubo también fuegos identitarios; de los lugares y comunidades
tucumanas casi nunca nombradas, de familias, apellidos y nombres, de trabajos y
oficios, de profesiones, de formas de relacionarse, de hábitos culturales, de
formas organizacionales sociales y políticas de una época…Pero sobre todo, los
fueguitos identitarios nos advirtieron, por el número de video conferencias
mediando los testimonios, de la gran cantidad de pobladores expulsados desde
Tucumán hacia algún otro país, y sobre todo, del verdadero éxodo de tucumanos,
aterrorizados, hacia otras provincias
del país. De este fueguito identitario nos nutrieron todas las tonadas, todos
los decires, las rutinas y hábitos, las matrices culturales, las raíces
ancestrales de nuestras comunidades del interior. Y el respeto a esas
identidades que tuvieron siempre Fiscales y Querellantes.
Los fuegos vergonzantes también estuvieron presentes. No sólo por la
constatación que tienen los testimoniantes de pertenecer a la misma familia
humana a la que pertenecen los autores de delitos de lesa humanidad. Es que el
ejercicio de la crueldad en todos sus aspectos y manifestaciones materiales y
psicológicas puso una vez más en cuestión, la propia condición de humanidad de
los imputados. Ni qué decir cuando se trataron los delitos sexuales;
situaciones traumáticas para las que ni siquiera el lenguaje es garante de ese
decir sufriente.
Los fuegos del conocimiento popular también nos enseñaron en este
Juicio, que la Verdad histórica no se produce sólo en la universidad, que la
Comunicación se constituye en tanto experiencias de los vínculos sociales que
va construyendo, que sin Justicia es imposible cualquier restitución de lazos
sociales y que la sabiduría oral es el reaseguro de los olvidados y los
silenciados de este suelo. En pocas palabras: a ser más críticos y a sospechar
de nuestros saberes.
Finalmente hemos tenido durante el desarrollo del Operativo
Independencia, un fuego ardiente como ningún otro. De esos fueguitos que cuanto
menos están materialmente, más alumbran e incendian entusiasmos. Con Natalia y
desde Natalia, cada uno de los integrantes del Diario se constituyó en sí mismo en voluntad de transformación.
Ph Carlos Rizo |
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