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Entre capuchas y linternas

 

Por Yazmin Poch e Ignacio Ayala //

Con 62 años y desempleada actualmente, la testigo -cuyo nombre se preserva por tratarse de una víctima de delitos sexuales- se presenta en la sala de audiencias. Lo hace para relatar lo que jamás olvidará de la mañana del 27 de marzo de 1976, cuando fue interceptada junto a su hermana por uniformados verdes.

Contó que fueron capturadas y trasladadas en un Ford Falcon a un centro clandestino ubicado en calle Laprida al 100. Al llegar al lugar, fue separada de su hermana y ubicadas en diferentes habitaciones para ser interrogadas acerca de su hermano mayor. El joven, habían contado las mujeres, militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y en la Juventud Peronista (JP).



Durante el interrogatorio, las víctimas fueron vendadas, golpeadas, y abusadas sexualmente por estos uniformados. "Pensé que no volveríamos a casa", dijo la mujer durante su declaración. Recordó que sus captores entraban y salían de manera repetida, hablaban en código para que ellas no entendieran. 

Dos días después de su primer secuestro, en horas de la madrugada, un grupo de entre 15 y 20 hombres volvieron a entrar en el domicilio y destrozaron el portón. La testigo víctima los recuerda por la pisada de sus borcegos. "Me gritaban ‘dónde está Parche', mientras me alumbraban, pero yo no sabía que así le decían a mi hermano". 

Al no encontrar a "Parche", se llevaron a otro de los hermanos de la víctima. Lo torturaron y lo sacaron a la calle en calzoncillos. Media hora más tarde regresaron y secuestraron a los dos hermanos de la víctima. También sacaron a su cuñada que tenía un bebé de año y meses. El pequeño quedó en la casa, en manos de la mujer que esta vez declara bajo protocolo de atención a testigo víctima de delitos sexuales.

La casa se convirtió en un lugar sin paz. Cada dos días, las mujeres de esta familia eran secuestradas. Durante cinco años sufrieron maltrato y abuso sexual. "Me da mucha vergüenza contar las atrocidades que me hicieron todo ese tiempo", dijo en la sala de audiencias. 

Tiempo más tarde, los hermanos de las víctimas y ellas tuvieron que abandonar la casa por las amenazas de aquellos hombres que les repetían: "si no se van de acá, los desaparecemos". 

A raíz de esto, terminaron viviendo en una villa de emergencia a la par de un canal. Recibieron la ayuda de vecinos que les daban colchón y comida. Pero los uniformados volvieron a dar con su paradero y continuaron amenazándolos. Querían que retiren la que habían puesto en su contra. "Si sacan la denuncia les damos medicamentos de farmacia y comida", les decían. 

La víctima reconoció, entre sus captores, al "Tuerto" Albornoz y Antonio Bussi como los principales jefes. 




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