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Encubrimiento

Fotografía Elias Cura

Por Tina Gardella

La palabra excede lo jurídico. La palabra –esa palabra- da cuenta de cómo lo que se presenta como algo propio de la juricidad también tiene anclajes en la vida cotidiana de nuestro devenir terrenal. ¿A quiénes encubrimos? ¿Qué encubrimos y por qué? ¿Qué hace que una palabra como “cubrir” de pronto devenga en algo ominoso por el simple agregado “en”?

A propósito del Juicio por la desaparición del Soldado Ledo, esa palabra estuvo presente como delito claramente tipificado en tanto debe existir previamente un delito previo encubierto; sabemos: la justicia se encarga de producir hechos jurídicos en virtud de pruebas, testimonios, etc. Pero como los juicios son de todos, la historia es de todos, esos hechos jurídicos interpelan, articulan otros decires ante la imperiosa necesidad –y una cierta obsesión personal- de vincular lo que se juzga desde un presente en constante construcción. Así estallan otras reflexiones.

Por ejemplo acude a este presente la reflexión del filósofo argentino Alejandro Kaufman. En una nota de opinión de marzo de 2018 titulada “Sobre el consentimiento como legado de la dictadura”, Kaufman analiza las diferencias entre encubrimiento y consentimiento. Plantea que no se puede encubrir lo que no se conoce, algo que se sustrajera a la mirada o al entendimiento. El encubridor es partícipe del hecho con posterior a su ejecución y contribuye a que permanezca fuera de la vista. Es responsable de ello. El encubridor puede no haber estado presente en la escena misma del hecho, pero sabe lo que concierne. El encubrimiento es el conocimiento preciso y cercano del que se dispone sobre el hecho de que se trata. El consentimiento en cambio, si bien puede eventualmente coincidir con el encubrimiento, reviste un sentido más amplio y difuso. Se consiente con algo que de algún modo se sabe con vaguedad que ocurre. Se puede consentir con algo que se desconoce. El consentimiento deviene de la contemporaneidad con el hecho.

La sentencia que absuelve a Milani y condena a Sanguinetti a 14 años de prisión de cumplimiento efectivo en su domicilio será apelada. La justicia seguirá su curso...pero las prácticas de memorias activadas durante este juicio han incorporado estas distinciones interesantes: en tanto el encubrimiento deviene en responsabilidades ineludibles, el consentimiento nos permite pensar en nuestro hacer del presente: ¿Qué consentimos y que dejamos de consentir? Para Kaufamn aquello que disipa el consentimiento es solo una pregunta por un suceso del que nada o casi nada se sabe: ¿qué pasó? ¿dónde está? ¿dónde están? ¿qué hicieron? ¿qué no hicieron o qué dejaron de hacer?

 Precisamente porque la ética se funda en la impugnación del consentimiento, para el encubrimiento la justicia recorrerá sus legitimidades institucionalizadas; mientras que para el consentimiento las preguntas serán una y otra y otra y otra...porque son las preguntas las que nunca dejarán de estar como garantía del no consentir. Es lo que nos dejan los juicios en tanto los juicios son de todos, la historia es de todos.

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