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La Escuelita y las escuelas

 

Por Tina Gardella y Ana Molina //

La Escuelita es la de Famaillá. No necesita explicación porque forma parte de la memoria e historia del terrorismo de estado como el primer centro de detención clandestino del país. El juicio del Operativo Independencia la tuvo como actuante central. Pero en los juicios subsiguientes, surgieron testimonios donde las escuelas -de la ruralidad fundamentalmente- fueron usadas como centros de detención clandestina. Si bien por períodos cortos y en carácter de derivación, su institucionalidad y función social fue alterada y violentada al convertir la escuela en un eslabón del engranaje ilegal de quienes ostentaban ser dueños de la vida y de la muerte de los ciudadanos.


En la audiencia del lunes 13 atestiguan José Andrés Saldaño y Agustín Francisco López. Tienen 63 y 76 años respectivamente. Agustín comenta sonriendo que está atestiguando en el día de su cumpleaños. Eran trabajadores en la finca de Yamil Sucar en la localidad de Timbó Viejo, departamento Burruyacu, donde vivían. Ambos relatan la forma en que fueron detenidos violentamente junto a otros compañeros de trabajo un 5 diciembre de 1976. Incluso al capataz Domingo Reyes Acosta – a quien habrían matado de un tiro - y hasta al propio dueño de la finca. De sus casas los llevaron a la Escuela. La Escuela es la N° 250. Es una escuela muy importante para la zona. Tiene más de 100 años y recientemente incorporó el nivel secundario. En la Escuela los tuvieron 4 días a puras torturas. En la Escuela les aplicaron picana eléctrica. En la Escuela quemaron a Agustín en la espalda.

De allí los llevaron a un lugar que no pueden reconocer, pero sería la Jefatura de Policía, de allí Villa Urquiza y el penal de Sierra Chica y La Plata. Periplo que terminó con la libertad en diciembre de 1977. Pero no olvidan que el periplo comenzó en la Escuela de su zona.

Dos días de terror

Atestigua Eva del Valle López. Tiene 73 años y relata que en los primeros días de mayo de 1977 fue secuestrada en la intersección de calles 25 de Mayo y Mendoza. Su itinerario diario era salir del Instituto Curie donde trabajaba, en calle Maipú donde hoy está Gamma, ir a la Academia Pitman donde estudiaba dactilografía y finalmente a la parada de ómnibus para tomar el ómnibus de la Línea 9. Pero esa rutina se vio violentamente interrumpida por dos hombres que le pidieron el documento y al mostrárselo, le dijeron que esa no era ella. Inmediatamente, la metieron en el auto que estaba estacionado sobre calle Mendoza y llevada a la Jefatura. Allí pasó dos días de terror por las torturas y los golpes recibidos en forma ininterrumpida. Fue liberada a fines de mayo, diciéndole que “alguien les había dado su nombre”… Desde entonces, no supo lo que es salir sola a la calle ni a ningún lugar. El miedo se instaló para no dejarla.


“¿Ustedes saben donde murió él?”

La pregunta la formula Ángela Luisa Corbalán. Se declara adventista y, por lo tanto, la fórmula del “si juro” no la puede hacer. Solo “sí prometo”. Es hermana de Jorge Sixto Corbalán, a quien secuestraron en julio de 1977. Jorge estudiaba medicina y vivía en una pensión en San Miguel de Tucumán. Su familia, vivía en Aguilares. En los primeros meses del 77 lo habían buscado en la casa de una tía con quien vivía en Aguilares. Finalmente, lo secuestraron y lo llevaron a la Jefatura de Policía. Su hermana y familia se fueron a Santa Cruz de la Sierra por temor a la situación de violencia que se vivía y volvieron con la vuelta a la democracia. Sixto figura en la lista aportada por Clemente con la sigla DF. Hasta la fecha, continúa desaparecido y su hermana actualiza esa situación con la pregunta al Tribunal: ¿Uds saben dónde murió él? 

“No sabia porque los niños no iban a jugar en casa”

Antonio Norry es hijo de Héctor Antonio Norry y declaró por el secuestro y desaparición de su papá. En aquel momento, principios de 1977, su don Héctor estaba desempleado hacía ya casi un año.

Era un domingo de febrero. Estaban almorzando en su casa cuando llegaron unos policías a hacer un allanamiento. Buscaban algún tipo de armamento, algún folleto sospechoso, dieron vueltas toda la casa: “buscaron hasta en el gallinero”, dijo Antonio. No encontraron nada. De todas maneras,  a Héctor se lo llevaron esposado. Estuvo detenido una semana en la comisaría de Concepción. Lo sacaron de ahí dos noches en ese lapso de tiempo para interrogarlo en un lugar que no pudo precisar.

Es uno de los pocos casos en los cuales la víctima no fue abusada físicamente. Hasta hacía un año había ejercido como policía. 

Lo liberaron en la noche y volvió a su casa. Golpeó la puerta, pero su madre se negaba a abrirle. Tenía miedo a que esté con alguien más y les haga daño.

“No entendía por qué nadie quería venir a jugar a mi casa”, dijo Antonio en la sala de audiencias. Desde que se llevaron a su padre, los vecinos no querían tener contacto con su familia.

Don Héctor murió en 1989, a sus 45 años, mientras luchaba por conseguir su jubilación definitiva.



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