Por Tina Gardella //
Ha concluido la etapa de alegatos del Ministerio Público Fiscal. Culmina con el pedido de duras penas para los 24 ex militares y ex policías acusados por delitos cometidos contra 232 víctimas de las cuales 84 continúan desaparecidas. Estos delitos tuvieron como epicentro a los centros clandestinos Jefatura de Policía de Tucumán y al ex Ingenio Nueva Baviera en el Dpto. Famaillá.
Estamos en agosto. Es el cierre de lo que comenzara la fría mañana del martes 11 de Junio en la audiencia número 36. Ante una sala colmada y con expectativas que abarcan a familiares, militantes de derechos humanos, estudiantes, periodistas, el fiscal federal Pablo Camuña comenzaba el alegato de la Fiscalía planteando las etapas de la presentación que realizaría junto a la auxiliar fiscal Valentina García Salemi. Así se fueron sucediendo la valoración de la prueba y las características del proceso, se presentaron las víctimas –una por una y acompañado por un registro visual preciso y necesario-, los hechos probados y su calificación legal, la estructura represiva sistemática y organizada y el rol y responsabilidad de los acusados en la misma.
El testimonio de numerosos sobrevivientes –buscados intensa y puntualmente por la Fiscalía- es una de las características y particularidades de este Juicio. Muchos, ni siquiera habían hecho denuncia alguna. El trabajo en equipo por lo tanto, es otra dimensión a destacar: las conceptualizaciones y el marco contextual riguroso del Fiscal Camuñas y la exposición caso por caso de la Fiscal García Salemi dando cuenta que más allá de un caso/número, hay personas, familias y comunidad, proyecta la significancia de la justicia. En el año y poco más de duración del juicio, 213 de los 850 testigos ofrecidos, brindaron su testimonio; más las declaraciones de otros juicios y los que se incorporaron por lectura, fueron 450 voces que poblaron el Juicio en la etapa probatoria.
Para el fiscal Camuñas se trató de una megacausa compleja, con gran cantidad de víctimas y de imputados, con hechos de 40 años atrás y de una textura que impedía la identificación de los autores. El borramiento de los hechos, la desaparición de los cuerpos –sólo se encontraron 18 del total de desaparecidos- las distintas amenazas desde la vuelta de la democracia e incluso durante la sustanciación del juicio, más el pacto de silencio que perdura, hablan de las condiciones desfavorables para la producción de pruebas. Sin embargo a lo largo de las audiencias se fue comprobando que la verdad está del lado de las víctimas. Víctimas que tuvieron testimonios contundentes y que nunca pidieron más que justicia y saber dónde están los cuerpos de sus seres queridos.
Más allá de las pruebas documentales y los testimonios ofrecidos, la pregunta acerca de por qué estas víctimas y no otras, o qué tenían en común para tal escarnio, no es antojadiza si se tiene en cuenta que el universo de víctimas está compuesto por obreros azucareros, trabajadores rurales, profesionales, estudiantes, empleados del ámbito público y privado, oficinistas, sindicalistas, militantes políticos; de edades diferentes, de la ruralidad y de ciudades del interior y de la capital…El común de todos ellos es haber sido considerados enemigos. Enemigos a los que hay que eliminar. No por lo que hacen, sino por lo que son. Enemigos que no son juzgados por la justicia sino por el plan criminal. Construidos como enemigos públicos a los que no basta con secuestrar, torturar, violar. Hay que matarlos y que esa acción alcance también a sus familias. En ese sentido se hizo un detallado informe y explicación de la estructura represiva tanto formal como real y como estaba constituido el control operacional de las fuerzas de seguridad para el desarrollo del plan criminal.
Fotografía de Angélica ZelayaCon la fiscal García Salemi hubo un detenimiento puntual para cada una de las víctimas. Porque ese conjunto de víctimas con el denominador común de enemigo público, está compuesto por personas que trabajaron, estudiaron, militaron, compartieron fiestas…tenían familia, vecinos, compañeros de trabajo. Fueron y serán, mucho más que víctimas. Hubo un antes y un después de su secuestro. Pero además, en cada uno de los casos se pudo obtener prueba fehaciente para la materialidad de la acusación. Para el Ministerio Público Fiscal se ha podido probar la materialidad de los hechos ilícitos cometidos y constitutivos de Lesa Humanidad en la totalidad de los casos. El recorrido caso por caso comienza con Hugo Alberto Medina hasta completar los 232. Acompañan los dichos de la Fiscal, placas que establecen el nombre, la fecha en la que la víctima fue secuestrada y liberada o desaparecida.
De igual manera, la fiscal García Salemi presentó a cada uno de los acusados y acusadas acompañada de placas respectivas dando cuenta de la responsabilidad que les compete. Un trabajo exhaustivo con pruebas documentales de la propia fuerza y de las aportadas por los testigos Martín y Clemente y de los propios testimonios de las audiencias. Así consideraron a cada uno de los imputados como autor directo o partícipe necesario por la prueba testimonial producida y la prueba documental incorporada.
En relación a este tema, el Fiscal Camuña hizo una pormenorizada explicación acerca de las aportaciones de los imputados como configuradoras del hecho y por lo tanto como partícipes necesarios del mismo. Ser chofer, guardia o administrativo de un centro clandestino no significa que no supieran para qué y por qué hacían lo que hacían. Quienes formaban parte de lo siniestro ejecutado que es del orden de lo indecible y de daño transgeneracional, eran elegidos, no era cualquier integrante de la fuerza; y entre otras características, eran elegidos para garantizar la perpetuidad del pacto de silencio.
Para los 24 imputados se pidió 13 prisión perpetua y condenas de 15, 13, 10, 8 y 6 años.
Finalmente la Fiscalía concluyó con la lectura que la Dra. García Salemi hizo del discurso del poeta Juan Gelman cuando recibió el premio Cervantes en 2007:
“Hay quienes vilipendian este esfuerzo de memoria. Dicen que no hay que remover el pasado que no hay que tener ojos en la nuca, que hay que mirar hacia adelante y no encarnizarse en re abrir viejas heridas. Están perfectamente equivocados. Las heridas aún no están cerradas. Laten en el subsuelo de la sociedad como un cáncer sin sosiego. Su único tratamiento es la verdad. Y luego la justicia. Solo así es posible el olvido, el olvido verdadero. La memoria es memoria si es presente. Y así como Don Quijote limpiaba sus armas, hay que limpiar el pasado para que entre en su pasado. Y sospecho que no pocos de quienes preconizan la destitución del pasado en general, quieren la destitución de su pasado en particular.”
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