- por Fabiana Cruz y Hugo Hernán Díaz para el Diario del Juicio
PH Archivo Operativo Independencia - Gentileza Archivo Nacional de la Memoria
En el marco del denominado Operativo Independencia, durante la
mañana del día viernes declaró por videoconferencia desde la provincia de
Neuquén, Haydee Alicia Lampugnani, esposa de Guillermo Eduardo Díaz Nieto (desaparecido
junto a Pedro Antonio Medina y José Teodoro Loto). La testigo hizo una reconstrucción de los hechos que
contextualizaron el secuestro de su esposo en nuestra provincia. “El changuito”,
como le decían a Guillermo, militaba en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP)
y en Montoneros. Junto a su esposa tenían el sueño de vivir en Tucumán con sus
hijos de 2 y 3 años de edad. El 8 de febrero de 1976, cuando Guillermo se fue para
Simoca junto a “Cicuta” López fue la última vez que su familia y amigos supieron
de él.
Lampugnani relato que un día mientras leía el periódico
local La Gaceta encontró un artículo en el cual se hacía mención a un auto que
había explotado en calle Crisóstomo Álvarez con cuatro personas en su interior.
“Desde un primer momento sentí algo, sabía que él había muerto ahí”, dijo. Sin
embargo hasta la fecha esos datos no fueron comprobados. Más adelante seria la
madre del santiagueño José Loto quien mandaría una carta a la esposa de
Guillermo planteando la misma hipótesis. Durante su declaración, Haydee contó
que fue detenida en la calle cuando ya
estuvo instaurada la dictadura militar, en el año 1976. Sus hijos quedaron cargo
de los abuelos paternos en la provincia de Catamarca.
Gervasio Antonio Díaz, hijo de Haydee y Guillermo Díaz
Nieto, fue el segundo testigo en declarar. Gervasio habló del tormento que soportó su
familia para aquella época y cerro su declaración leyendo una carta escrita por
su abuelo don Rafael Díaz. La misiva iba dirigida a Guillermo y fue escrita
cuando se había cumplido un año de su secuestro. Al culminar con aquella
lectura un afectuoso y generalizado aplauso se escuchó en la sala de audiencias
que llegó como un abrazo al hijo menor de la familia Díaz-Lampugnani. De
acuerdo a los testimonios escuchados el viernes, don Rafael también fue secuestrado
y torturado y murió meses después de que lo liberaran.
Antes de retirarse Gervasio pidió que se recuerde que los responsables
de los hechos que aquí se juzgan son muchos más de los que hoy se encuentran en
el banquillo de los acusados. En este sentido, nombró a la ex presidenta María
Estela Martínez de Perón y consideró que debería estar presente en el Tribunal
Oral Federal siendo juzgada de la misma manera que el resto de los imputados.
El testigo concluyó emocionado: “no creo
en la justicia, creo en la dignidad de los miles de compañeros que soñaron un
mundo distinto y más justo”.
Rafael Eduardo Díaz, el hijo mayor del matrimonio entre
Guillermo y Haydee, también testificó por videoconferencia e hizo claro su
pedido de justicia: “pasaron 40 años y no
sabemos dónde están los restos de mi padre”. Así concluyeron los
testimonios que suman a la causa de Guillermo Díaz Nieto.
***
“Que comience la
fiesta” es una de las frases que recuerda Rosa del Carmen Córdoba. La frase
la dijo el multicondenado José Heriberto Albornoz, minutos antes de que este y
sus compañeros, abusaran de la mujer luego de haberla detenido.
El padre de Rosa, Manuel Córdoba, un agente de Policía que
trabajó en varias comisarías fue secuestrado el mismo día que su hija pero en
diferentes espacios. Rosa contó que a
ambos les hicieron causas por asociación ilícita. Ella supone que su padre fue
liberado días antes que ella: “no
hablamos de eso”, dijo al respecto. “Él
nunca pudo volver a ser policía, no lo recibían”, señaló y añadió: “mi papá tenía muchas cicatrices, pero nunca
denunció nada. Nosotros nos dimos cuenta de las cicatrices cuando le dio el ACV”.
Rosa estuvo detenida en el centro clandestino de detención
que funcionaba en la ex escuela Diego de Rojas. Luego fue trasladada a la
Jefatura de policía y estuvo alojada en un lugar al que llamaban ‘el Arresto’.
La defensa le preguntó si las condiciones habían mejorado en este último lugar.
Sin dudar Rosa respondió que ni ella ni los demás detenidos podrían haber
mejorado con eso, pero que existía una diferencia entre dormir en el piso y en
el colchón. Además, detalló que en el
‘Arresto’ se alimentaban de viandas que, posiblemente, hacían llegar algunos
familiares. Esa comida, advirtió la testigo, la compartían entre todos los que
se encontraban detenidos, dando prioridad a las mujeres embarazadas.
Otro de los testimonios del día fue aportado por Luis
Roberto Soto. Luis fue detenido por el Ejército Argentino el 21 de marzo de
1975. Miembros militares irrumpieron en su casa, dieron un tiro y dejaron el
aviso de que el hombre debería presentarse hasta antes de las 8 en la base
militar que estaba instalada en el ex ingenio de Lules. En su declaración dejó
claro que consideraba que no tenía nada que ocultar, por eso se presentó acompañado
por su tía. Apenas llegó lo detuvieron, lo vendaron y lo trasladaron a la
Escuelita de Famaillá. Allí, contó Luis, lo comenzaron a golpear, le
preguntaron si estaba llevando mercadería a los “subversivos” y le dieron
picanas en todo el cuerpo. Estuvo en ese lugar durante 21 días: “No íbamos casi
al baño y cuando nos llevaban de paso nos pegaban, nos hacían chocar”, dijo
Luis Soto.
En la ‘Escuelita’ conoció a dos hermanos, “conversábamos en voz bajita y me dijeron
que eran de apellido Aranda. Los dos se quejaban entonces yo me di cuenta que
venían de la tortura”, comentó el testigo. Después supo por el diario que ambos habían muerto en un supuesto
enfrentamiento.
Luis Soto fue pasado a disposición del Poder Ejecutivo
Nacional por lo que del centro clandestino de Famaillá pasó a la Brigada de
Investigaciones. Allí estuvo alrededor de 15 días y después fue alojado en el
penal de Villa Urquiza por 5 meses. Lo mandaron a la cárcel de Chaco por cuatro
años y su último destino fue La Plata, en donde en el año 1980 obtuvo la libertad
vigilada.
El último en testificar fue Mario Alberto Mustafá. Según
relató Mustafá, en el año 1975 el Ejército Argentino irrumpió en su casa y dejó
el aviso de que todos los Mustafá mayores de 18 años debían presentarse en la
escuela de la zona. Apenas Mario se presentó lo golpearon, le rompieron el
documento y le dijeron que no le iba a servir más. “Fue suave a comparación de lo que se venía (…) mi tortura fue en
Famaillá”, comentó. Su relato dio
cuenta de las condiciones inhumanas de detención. Dijo que además de estar
vendados todo el tiempo les daban poca comida y estaban siempre tirados en el
piso.
Al igual que otros detenidos secuestrados, Mario Mustafá fue
‘blanqueado’ y trasladado al penal de Villa Urquiza. Más tarde estuvo en la
cárcel de Rawson en donde y después de cuatro años lo pasaron a La Plata. Seis
meses después obtuvo la “libertad vigilada”. Esta última, igual que en los
otros casos, consistía en presentarse en la comisaría cada cierta cantidad de
días y que el ejército haga visitas a las viviendas para corroborar que
realmente se encuentren allí.
Las audiencias por el megajuicio operativo Independencia
pasó, al finalizar la audiencia del 1º de julio a un prolongado cuarto
intermedio hasta el día jueves 28 a las 9 de la mañana.-
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